La Luna describe diariamente un círculo alrededor de la Tierra, nuestro planeta y, con su revolución sobre su propio eje, hace posible el día y la noche.
El Sol nos ilumina durante el día y representa el principio masculino, la unidad y la regularidad en los ciclos, marcando -con su paso- las estaciones, mientras que la Luna, la señora de la noche, el principio femenino, simboliza la irregularidad periódica y la multiplicidad por sus continuos cambios.
Podemos ver a la Luna en el cielo que todos los meses aparece, crece, alcanza su plenitud, decrece y vuelve a desaparecer. Esta característica, dispar y variable, se manifiesta claramente en las diferentes fases lunares que se relacionan directamente con los ritmos biológicos del hombre: el nacimiento, el crecimiento, la plenitud, el declive y la muerte.
Dentro del sistema de los ciclos planetarios, los más cortos son las lunaciones y todos los meses del año aproximadamente cada 29,5 días ocurre una lunación (o punto de partida) al final del año habrán ocurrido 13 lunaciones. La mayor parte de los calendarios de la antigüedad se basaron en el ciclo lunar para medir el tiempo y éste es el origen de los meses.
La Luna Nueva se produce en el instante exacto de la conjunción, cuando el Sol y la Luna se encuentran en los mismos grados, minuto y segundo zodiacal.
En ese momento, la Luna no es visible en el cielo. En una Luna llena, cuando nuestro satélite se encuentra totalmente iluminado, están opuestos, es decir exactamente enfrentados a 180º grados de distancia.
Generalmente, las personas no conocen las fases de la Luna y su importancia en lo cotidiano. El ciclo lunar constituye el modelo básico de todo ciclo planetario en donde con cada conjunción celeste algo nace, crece, llega a su plenitud, se corrompe y muere. La generación corresponde al ciclo creciente y la corrupción al decreciente, es por eso que, de un modo muy general los primeros 14 días en que la Luna crece son llamados la quincena “clara” y son aptos para comenzar todo tipo de actividad en la que se necesite hacer crecer, fomentar, agrandar, producir y la segunda mitad del ciclo lunar – a partir de la Luna llena, desde donde comenzará a decrecer- es llamada la quincena “oscura” y va a ser apta para hacer cosas en dónde se necesite menguar, reducir, cortar o terminar.
“La Luna, la señora de la noche, el principio femenino, simboliza la irregularidad periódica y la multiplicidad por sus continuos cambios”
El ciclo lunar es parte de los ritmos de la vida, pero a menos que estemos atentos, no somos conscientes de ello. Si queremos llegar a ser conscientes, tenemos que vibrar con los ritmos, y no al revés.
Conocer estos ritmos será suficiente para poder comenzar a observar la vida que nos rodea. Pero una comprensión intelectual no es suficiente: la lectura sobre el baile no es lo mismo que bailar. Y bailar aquí significa aprender a moverse y balancearse con estos ciclos naturales. Fluir con el Cosmos.
Si interpretamos que el Sol guarda relación astrológica con la naturaleza del individuo, con el mundo externo, y la Luna con las emociones, la reacción instintiva y con el mundo interno del individuo, podríamos decir que cada periodo que se inicia con la lunación de Luna Nueva, tiene ciertas connotaciones sobre el estado psíquico-emotivo de la persona, haciendo que se sienta motivada, inclinada o influenciada hacia asuntos relacionados con la casa y el signo astrológico en que se produce la lunación. La lunación no necesariamente deberá ir acompañada de hechos significativos o de cierta trascendencia, sino que mayormente suele incidir en tendencias, pensamientos, planes, pequeñas acciones o hechos sobre ciertos asuntos que pueden requerir más atención que otros durante el periodo de la lunación.
La alineación mensual de la Tierra, la Luna y el Sol en Luna Nueva o Llena son reconocidos por la mayoría de las culturas como puntos de articulación clave. Debemos prestar atención a nuestro flujo mental en esos momentos porque al igual que estos tres cuerpos se alinean en las lunaciones, nuestras cualidades internas también se alinean.
Todos los ciclos, incluido el ciclo mensual del Sol y la Luna , tienen una estructura similar. Podemos comparar esa estructura con el ciclo de la respiración: inspiramos, hacemos una pausa, exhalamos, una pausa… Una y otra vez. Podemos pensar en el ciclo lunar como un ejemplo de respiración cósmica y, una vez que entendamos cómo se construye un ciclo cualquiera, entenderemos todos los otros ciclos.
La Luna Nueva representa en el ciclo el punto de mayor interioridad y, en cambio, la Luna Llena el punto de más expansión. Hay un flujo, tal como sucede con la respiración. El movimiento comienza en la Luna Nueva y se expande a través del primer y segundo cuarto lunar hasta que llega al momento de su mayor plenitud en la Luna Llena. En ese punto, el movimiento cesa de crecer y comienza a disminuir o contraer o a través del tercer y luego el último cuarto lunar hasta alcanzar el siguiente punto de la Luna Nueva. Esto sucede una y otra vez.
Nos será fácil deducir, por lo tanto, que la Luna Nueva no es el mejor momento para organizar una fiesta o una reunión, ya que nuestros ritmos vitales se encuentran en el momento de mayor interioridad. En cambio, sí lo será la Luna Llena cuando esos ritmos están en su mayor momento expansivo, los tiempos de fiesta y expansión social están tradicionalmente en los momentos que están alrededor de ella.
Lo mismo pasa con nuestros esfuerzos. El tiempo para hacer un esfuerzo y construir es después de la Luna Nueva y antes de la Luna Llena, en particular durante el segundo cuarto lunar.
Después de la Luna Llena, las cosas comienzan a decaer. Por lo tanto, los esfuerzos que hagamos más allá de ese momento es probable que resulten infructuosos, ya que estamos en contra de un ritmo natural que es mucho más fuerte que nosotros. Así que, después de la Luna llena, lo mejor es no esforzarse. En su lugar, tenemos que recoger toda la energía que hemos puesto hasta ahora en los las dos primeras semanas. La tercera y cuarta fase del ciclo lunar no son tiempos adecuados para sembrar, sino más bien para cosechar y para separar “la paja del trigo”.
Tradicionalmente, después de la Luna Llena es un buen momento para tomar decisiones, ya que es un momento receptivo y no para dar.
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