En enero del 1940 un gigante llegó a la Antártida. Se trataba de un vehículo totalmente diferente a cualquier otro construido hasta la fecha. Con 17 metros de largo, 5 de alto y 6 de ancho, el Antarctic Snow Cruiser fue una de las mayores innovaciones que los investigadores desarrollaron con la excusa de ampliar sus estudios en los territorios más inhóspitos.
Sin embargo, muchos opinan que en realidad esta bestia móvil fue construida por otras razones. Al parecer, los norteamericanos sospechaban que los alemanes hacían expediciones a la Antártida para luego proclamar soberanía sobre la zona.
Cuando en 1939 la Segunda Guerra Mundial era ya inminente una expedición alemana llevaba un año explorando la costa antártica. Aunque, supuestamente, la expedición tenía fines científicos, los americanos no se confiaron y decidieron avanzar ellos también sobre la zona.
Por ello, el gobierno norteamericano decidió financiar una expedición a la Antártida. Establecerían dos campos base, trineos tirados por perros, soporte y reconocimiento aéreo, radio, excavadoras y tractores para transportar los suministros.
Pero necesitaban una máquina especial, un vehículo innovador y especialmente preparado para moverse por la Antártida
La respuesta vino de la mano del científico y explorador Thomas C. Poulter, quien diseñó una de las máquinas más espectaculares jamás utilizadas. El Antarctic Snow Cruiser fue empleado en la expedición que en 1939 realizó el almirante Richard E. Byrd, uno de los únicos tres hombres que hasta ese momento podía presumir de haber viajado hasta el Polo Sur.
Poulter ideó el vehículo de transporte antártico ideal. Tendría que disponer de una autonomía de entre 6.500 y 9.500 kilómetros y ser capaz de atravesar grietas en el hielo de hasta 4,6 de ancho. Además, debería de poder transportar medios para la observación aérea, un pequeño avión cargado en el techo del vehículo, poder viajar todo el año y de forma ininterrumpida durante las 24 horas del día, moviéndose a no menos de 8km/h.
Cuando los planos estaban listos, la empresa Pullman Company fue la encargada de construirlo. En su interior, el vehículo podía albergar a una tripulación de hasta 6 miembros, tenía pequeños habitáculos para descansar, espacio para comer y hacer experimentos científicos y hasta para guardar todas las provisiones para un año, además de dos ruedas de repuesto y dos motores diésel, otros dos eléctricos, y dos bombas hidráulicas.
Tanto el cuarto de radio como el de navegación eran suficientemente grandes para albergar a todos los miembros de la tripulación simultáneamente
Aún así, sobraba espacio para guardar todas las provisiones necesarias para un año, dos ruedas de repuesto y dos motores diésel, otros dos eléctricos, y dos bombas hidráulicas. Los depósitos podían almacenar más de 16.000 litros de varios tipos de combustible.
La estructura del “Pingüino”, como también era conocido el Snow Cruiser, era de vigas de acero bajo en carbono, material seleccionado por su resistencia a las bajas temperaturas. La “piel” era de chapa de acero, escogido por ser un material ligero, según los diseñadores.
Una vez concluida la construcción del gigante, y sin muchos preámbulos, fue trasladado inmediatamente a Boston. El camino estuvo signado por innumerables contratiempos: la rotura de una rueda, problemas con los circuitos del aceite o el recalentamiento del sistema de frenos, que ardió, bajando una pendiente y hasta la caída al río pasando por un puente demasiado estrecho.
A pesar de todos los contratiempos, el crucero se las arregló para llegar a Boston el 13 de noviembre, y partir a bordo del USMS North Star dos días más tarde
A principios de 1940 el vehículo gigante llegó a destino: La Bahía de Ballenas, en la Antártica. Alcanzó el primer intento de moverse sobre la nieve antártica para verificar que algunas de las suposiciones realizadas con respecto a cómo se iba a comportar el vehículo estaban erradas. Las ruedas, sin dibujo, giraban sin control y se hundían en la nieve. Para sorpresa de Poulter, la nieve no era compacta, sino que estaba bastante blanda y suelta.
Los siguientes intentos por seguir avanzando aún dieron peores resultados. Esto los dejó varados y los periódicos norteamericanos los llamaban un “completo fracaso”. A pesar de que los intentos no se detenían, el Snow Cruiser quedó atascado para siempre.
El sueño terminó a principios de 1941 cuando la falta de fondos canceló la misión y, con esto, se abandonó la nave en medio de la Antártica. No se volvió a saber nada de él hasta que, en 1958, otra expedición volvió a toparse con él. Aunque estaba cubierto por una buena capa de nieve, una caña de bambú marcaba su posición y ayudó a encontrarlo. El interior se encontraba tal como lo había dejado su tripulación, periódicos, revistas y cigarrillos desparramados por doquier.
Esta fue la última vez que alguien vio el Snow Cruiser. Expediciones posteriores fallaron en encontrarlo, por lo que probablemente esté enterrado en la nieve, o en el fondo del océano debido al desplazamiento natural del hielo. También surgieron algunas teorías conspirativas sobre la desaparición del Antarctic Snow Cruiser, incluida la posibilidad de que la Unión Soviética pudiera haber sacado el vehículo durante la Guerra Fría.
Lo único cierto es que el vehículo no está y hace más de 60 años que nadie sabe nada de él.
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