El prestigioso diario norteamericano despidió a Maradona con una nota muy detallada sobre la vida del astro argentino, y dijo el periodista Roy Smith:
El deporte que iluminó la leyenda argentina, el que elevó a un arte, no fue empañado por todo lo que se hizo a sí mismo
El día en que Diego Maradona se despidió de la cancha, con la voz quebraba y el público que siempre lo acompañó se agitaba y sollozaba, su mente se desvió hacia los errores que había cometido, y se hizo cargo y consideró que había pagado el precio.
En su despedida, no buscó la absolución. Lo único que pidió, fue que el deporte que había amado y que lo había adorado como a un Dios, el que él dominó con un don recibido innato, el deporte que había iluminado, el que elevó a un arte, no estuviera empañado por todo lo que él había hecho.
La última frase de su discurso aquel día, en La Bombonera, Casa de Boca Juniors, el club que lo tenía en el corazón, se convirtió en un aforismo argentino:
“La pelota no se mancha”, dijo a la multitud que lo adoraba. La pelota no muestra la suciedad.
Es posible que Diego Armando Maradona, quien murió el miércoles 25 de noviembre de 2020, a los 60 años, fue el mejor futbolista que jamás haya respirado, dice el periodista, ningún otro jugador ha inspirado jamás una devoción tan feroz.
Lo mismo ocurrió en Nápoles, una ciudad de Italia, portuaria olvidada y degradada, que él transformó en el centro del universo del fútbol durante unos gloriosos años en la cima de su carrera. Ayer el alcalde de la ciudad dijo que el estadio que alberga su antiguo club, el Napoli, y pasará a llamarse Diego Armando Maradona.
En Argentina, la patria de Maradona, conmocionó a toda la Nación, tanto así que el presidente declaró tres días de duelo nacional una vez que se anunció su muerte. Por otro lado el diario de Nueva York, menciona que en nuestro país, Argentina, Diego Maradona fue una experiencia cuasirreligiosa, que cuenta con una iglesia en su honor.
Muchas luchas en su haber
No fue un icono sencillo. Luchó con la adicción a las drogas durante décadas. Fue expulsado de una Copa del Mundo en desgracia después de dar positivo por drogas que mejoraban su rendimiento. Los problemas de salud lo acosaron, exponiendo una vida de excesos. No reconoció a varios de sus hijos, por ejemplo a Diego, durante años.
Su vida sentimental fue también una seguidilla de excesos, una montaña rusa, las infidelidades y su posterior separación de su ex esposa, Claudia Villafañe, y los distintos alejamientos de sus dos hijas, Giannina y Dalma. Rodearon al astro muchos encuentros y desencuentros. Pero Maradona nunca esquivó reconocer que había cometido errores, incluso cuando no pudo dejar de cometerlos.
La despedida que le dedicaron otros grandes del fútbol
La tendencia comprensible, sincera, ineludible, es ver como el fútbol se tambaleó ayer con la noticia de su muerte, y no tardaron el llegar los elogios de otras figuras importantes del fútbol, por ejemplo:
- Lionel Messi: “eterno”
- Cristiano Ronaldo “un genio”
- Pelé “una leyenda”
Todos quisieron evitar sus defectos y sus debilidades, borrar sus demonios de la memoria por respeto, por afecto. Hoy no hay lugar para las palabras, solo hay lugar para el llanto y la tristeza
Treinta y dos años antes de que naciera Maradona, el escritor Borocotó que era el director de El Gráfico, la prestigiosa y pionera revista de deportes argentina, sugirió que el país debería erigir una estatua al llamado pibe: el niño de la calle de rostro polvoriento y “ojos de tramposo”, “una melena rebelde contra el peine” y la “mirada chispeante” que representaba no solo la cultura futbolística argentina, sino también su propia imagen como nación.
Maradona era el ideal platónico de un pibe, todo virtuoso y astucia impetuosa, cuando era un adolescente, recién salido del potrero
Hay muchas imágenes icónicas de Maradona, son monumentos al espíritu del pibe: saltando muy por encima de Peter Shilton, el portero de Inglaterra, el gol que con la “risa picaresca” cumplía la descripción de Borocotó, fue marcado por la Mano de Dios.
Bailando, un par de minutos después marcaron “el gol del siglo”, el golpe que llevaría al comentarista Víctor Hugo Morales a declararlo “barrilete cósmico”; de cara a toda la selección belga
Por muy alto que voló Maradona nunca se apartó de sus raíces. Siempre fue el pibe cuando emergió por primera vez, era un pibe cuando arrastró a la Argentina al Mundial de 1986, y de regreso a la final cuatro años después. Siguió siendo un pibe cuando el Barcelona lo convirtió en el jugador más caro del planeta y cuando llevó al Napoli a dos títulos de la Serie A. Era un pibe incluso mientras conquistaba el mundo.
Esa fue su gloria, y también fue su perdición
Después de todo, ¿cómo podía un niño pobre jugando en un potrero toda su infancia, que creció en un barrio humilde del sur del conurbano de la Pcia de Bs. As. enfrentarse al mundo en el que se encontraba de golpe, a las expectativas y las exigencias, a la idolatría y a las tentaciones?
La luz brillaba con tanta intensidad que la oscuridad que la seguía solo podía crecer
El mismo Maradona nunca puso excusas por sus errores. Como le dijo al cineasta Emir Kusturica en 2008, se hizo responsable de todo lo que había hecho, de lo bueno y de lo malo. Pero también sabía que en algún momento había que trazar una línea entre el Maradona persona y el Maradona jugador de fútbol.
Su legado nos dejó la figura de un individuo brillante y atribulado, uno que sufrió dolor pero también lo infligió, un niño y luego un hombre que se derrumbó y resquebrajó bajo la presión de una situación en la que no tenía las herramientas para sobrevivir.
Pero lo que prevalece es más sencillo
Maradona encapsuló un ideal, encaprichó a una nación, convirtió un mero juego en una forma de arte. El pibe es un complejo esencialmente argentino pero que genera un encantamiento global: la brillantez pícara e improvisada de los inocentes.
El propio Maradona siempre vio al fútbol como su salvación, su liberación. En 2005, en una breve fase como personalidad televisiva, se le preguntó qué le gustaría tener como epitafio el día de su muerte, y el respondió:
Gracias al fútbol. Es el deporte que me da la mayor alegría, la mayor libertad. Es como tocar el cielo con las manos. Gracias a la pelota
Sus defectos y sus demonios no serán olvidados, ni siquiera con el tiempo. Su memoria siempre será compleja. Pero no importa cuán profunda sea la oscuridad, no se debe permitir que oscurezca la luz que trajo. “La pelota no se mancha”.
Podés leer más: