La noticia recorrió todos los rincones del globo, y fue un verdadero regalo para los amantes del vino y sus múltiples historias. En Tel Kabri, al norte de Israel, los arqueólogos sacaron a la luz los restos de 40 tinajas que antiguamente contenían vino. El sitio se remonta al año 1700 a.C.
Según los investigadores, es la bodega de vino más grande y más antigua -hasta la fecha- de Oriente Próximo, y una de las más primitivas de la civilización, según informa la Universidad George Washington en un comunicado.
El magnífico hallazgo fue realizado por un equipo de arqueólogos norteamericanos e israelíes en el sitio arqueológico de Tel Kabri, cerca de la ciudad de Nahariya, al norte de Israel.
Tel Kabri contiene los vestigios de una ciudad de la antigua región de Canaán, que estaba situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán.
Durante las primeras excavaciones, emergió una sola tinaja, de casi un metro de altura, a la que los investigadores denominaron Bessie. “Excavamos y excavamos y, de repente, comenzaron a aparecer los amigos de Bessie: cinco, diez, quince y, finalmente, 40 tinajas almacenadas en una habitación de unos 4,5 por 7,6 metros”, contó Eric Cline, de la Universidad George Washington, quien dirige el proyecto -financiado en parte por National Geographic Society- junto a Assaf Yasur-Landau, de la Universidad de Haifa, y Andrew Koh, de la Universidad Brandeis.
Las 40 tinajas tenían una capacidad de unos 2.000 litros, el equivalente a unas 3.000 botellas de vinos tintos y blancos.
Carne de cabra y vino aromatizado
“La bodega de vino estaba situada junto a una sala donde se celebraban banquetes, un lugar en el que la élite de Kabri y posiblemente sus invitados extranjeros consumían carne de cabra y vino”, puntualizó Yasur-Landau.
“La bodega de vino y la sala de banquetes fueron destruidas durante el mismo evento violento, quizá un terremoto, que las sepultó con una gruesa capa de escombros formada por ladrillos de adobe y yeso”, agregó.
El análisis de los fragmentos de las tinajas y sus residuos orgánicos, a cargo de Koh, ha determinado la presencia de ácidos tartáricos y siríngicos, que son componentes esenciales del vino, además de otros compuestos o ingredientes que fueron habituales en los antiguos métodos de vinificación, y que incluyen la miel, la menta, la canela, las bayas de enebro y las resinas. La receta es similar a la de los vinos medicinales que se utilizaron durante 2.000 años en el Antiguo Egipto. “No fue un proceso de vinificación clandestina, calculado a ojo. Esta receta vinícola fue seguida estrictamente en cada una de las tinajas”, afirma Koh rotundamente. Los investigadores continuarán analizando los componentes de cada solución en pos de hallar información suficiente para recrear el sabor original. Las excavaciones arqueológicas continuarán en 2015.