Ya no es novedad. El mundo envejece y la cantidad de personas mayores en el mundo cada vez es mayor. El futuro llegó y esto impone, cuanto menos, una mirada más profunda que deje de lado el aspecto cuantitativo y nos permita echar luz al significado de este fenómeno global.
Sirva como referencia el hecho de que en un país desarrollado una persona que cumple 70 años tiene apenas el 2% de posibilidades de morir en los próximos 12 meses, y que las personas que hoy cumplen 50 años tienen el 50% de probabilidades de llegar a los 95 años.
En el mundo se ganaron más de 30 años de expectativa de vida en las últimas décadas y cada día nos enteremos de alguien de más de 80 años que mejoró un récord atlético, que es la nueva estrella de la moda a una edad avanzada o que rompió algún estereotipo hasta hace poco impensado: la vejez ya no es invisible.
De nuevo, el futuro llegó. Asistimos a una nueva vejez, una nueva etapa de vida. La nueva longevidad.
Nuevas etapas traen consigo profundos cambios sociales e institucionales, y nuestras instituciones aún se manejan con modelos demasiado rígidos para las formas de vida de este siglo XXI. Sin ir más lejos, cuando se implantaron las reglas que aún rigen los esquemas de protección social en el mundo, muy poca gente llegaba a los 65, 60 años. Un ejemplo es la jubilación en la Alemania del 1900, cuando apenas el 1% de la población germana llegaba a esa edad. Pero hoy la realidad es diferente. Desde ese momento, más de 30 años de vida se han agregado.
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Un tercio de nuestra existencia se vive en lo que se conoce como “jubilación” o “retiro”. El “tercer acto”, como lo llamó Jane Fonda en una celebrada conferencia, se alargó.
La historia ha mostrado cómo se le dio importancia a la niñez y luego, en los años 40, a la adolescencia. Hoy aparece la nueva longevidad. Y esta nueva “etapa”, que es una construcción social como las otras dos, condiciona nuevas necesidades, nuevas capacidades, nuevos mercados o nuevos desafíos.
Algunos datos…
Estas cifras, simbólicas, más que curiosidad deberían ponernos en perspectiva de los cambios que está viviendo el mundo y las sociedades.
No solo hay más personas mayores, sino que la vida se extendió y hoy vivimos más años y de manera mucho más saludable, como nunca antes se había vivido en la historia de la humanidad
Tomemos como ejemplo México, un país muy representativo de América Latina. Allí hace cincuenta años atrás la expectativa de vida llegaba a 57 años, mientras que hoy se extendió a los 77. Estos veinte años representan cuatro años ganados por cada una de las últimas cinco décadas. ¡Un cambio brutal en términos demográficos!
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A su vez, el cambio se produce en términos cuantitativos y también cualitativos. Nuevos roles definen esta nueva longevidad y ayudan a comprender la envergadura de su influencia. Son más los mayores que votan, consumen, producen y brindan servicio. Lo vimos en el Brexit del Reino Unido, en la última elección en los Estados Unidos y en la situación catalana respecto del separatismo, donde se hicieron sentir y con fuerza. Los mayores toman partido político y ejercen su derecho.
Pensemos que solo en la ciudad de Buenos Aires son un grupo de votantes de más de medio millón de votos. En los Estados Unidos controlan más del 50% de la economía doméstica y en Irlanda el 50% de los juguetes son comprados no por los padres sino por los abuelos.
En Argentina, el 15% de los mayores de 65 años realizan tareas voluntarias y más del
20% dicen efectuar viajes turísticos y recreativos con otras personas. Y, además, uno de cada cuatro realiza tareas de cuidados a algún niño o familiar cercano sin percibir remuneración.
Es un hecho que a esta nueva longevidad se la vive con una nueva intensidad
No hace falta ser un Rolling Stone pero la imagen de Jagger y su banda es lo suficientemente fuerte como para entender cómo están ayudando a redefinir un envejecer que no los tiene como únicos protagonistas.
A diario conocemos personas que deciden completar su primer maratón, viajar por el mundo o emprender nuevos horizontes personales. Hoy las personas mayores son una generación más educada y eso les permite informarse, conocer, modificar hábitos de vida y, por sobre todo, desafiar los cánones establecidos.
La jubilación o el retiro han dejado de ser una etapa de supuesta “recreación” para convertirse en otra de “Re-creación”
Por eso, hablar de mayor expectativa de vida, de cómo se puede vivir esa nueva vida y de los roles que la nueva longevidad nos permitirá desarrollar, nos muestra que hay tantas vejeces como personas. Pretender buscar dos adultos mayores similares resultaría infructuoso.
Nuestra existencia y experiencia de vida están moldeados por un curso de vida propio y único, determinado por las condiciones que nos rodean desde el nacimiento en nuestro hogar y nuestra comunidad, por las condiciones que nos acompañarían en nuestro crecimiento y desarrollo, en nuestras oportunidades o desventajas y que hacen que cada persona mayor sea única.
La variedad de “vejeces” es rasgo e identidad de esta nueva etapa de vida. Una nueva vida y una nueva longevidad.
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