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Para la ciencia la felicidad llega viajando y no comprando

La felicidad no reside en los bienes materiales que poseemos, está en los recuerdos almacenados, al menos a largo plazo.

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Un estudio de la Universidad Estatal de San Francisco ha encontrado que la clave de la felicidad radica en generar recuerdos en base a experiencias y vivencias personales, y no comprando bienes materiales de manera compulsiva.

La felicidad no reside en los bienes materiales que poseemos, sino en todo lo contrario, la clave está en los recuerdos almacenados, al menos a largo plazo

La investigación afirma que la gratificación instantánea generada al adquirir objetos como ropa, zapatillas o joyas caras es únicamente pasajera. Por el contrario, al crear experiencias que perduren para siempre, que podremos recordar y contar -por ejemplo viajar- estaremos invirtiendo a largo plazo en un futuro verdaderamente feliz.

“Compramos cosas para ser felices, y tenemos éxito, pero solo por un tiempo. Las cosas nuevas son emocionantes para nosotros al principio, pero luego nos adaptamos a ellas”, explica el investigador Thomas Gilovich.

Púlpito de los troles. Noruega

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Felicidad y viajes

El psicoterapeuta César de la Hoz, experto en resolución y afrontamiento de conflictos, inteligencia emocional y terapia, nos da las razones objetivas por las que viajar aporta los elementos necesarios para conseguir la felicidad.

1. Nuevas emociones

La idea de conocer nuevos lugares, hacer amigos, probar comidas exóticas y diferentes, descubrir paisajes increíbles, ver puestas de sol fantásticas… En definitiva, embarcarse en una nueva aventura a lo desconocido es estimulante, y “cuando afrontamos una situación como viajar, estamos envueltos en un ambiente que nos genera diferentes emociones, casi todas positivas, que parten de la curiosidad y el descubrimiento.

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Esas emociones están ligadas a experiencias y vivencias del viaje, por lo que relacionamos la emoción con el recuerdo. Cuando recuperamos ese recuerdo, recuperamos esa emoción”.

2. Romper con la rutina

Viajando las preocupaciones y las tensiones se desvanecen por un tiempo, la rutina diaria queda lejos, te olvidás del aburrimiento, las compras cotidianas y te relajas, oxigenas tu mente, te diviertes y disfrutas del momento.

Pero “viajar, además de relajar, implica hacer un ‘break’ en tu vida, regalarte tiempo. Y, sobre todo, hace que dejes de lado lo cotidiano y el estrés para darle a tu cerebro un respiro, bajar tu nivel de atención, generar pensamientos que conducen a sentimientos agradables, descubrir cosas nuevas que te hagan sentir motivado y sentirte realizado por lo que has hecho”.

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En cambio, “ir de compras es algo ‘cortoplacista’, que colma el deseo de tener algo, una necesidad básica o un capricho, pero que no permanece con tanta fuerza, ya que comprar normalmente es algo cotidiano, no es algo especial.”

3. Compartir

“En este sentido, un viaje es algo que se comparte desde lo vivido, no desde lo material. Es una experiencia donde son importantes las relaciones e intereses sociales. Comprar suele ser algo más autosuficiente, más concreto y más individualista.”

Enseñar nuestra última compra nunca tendrá el mismo poder de seducción que una buena historia contada por nosotros.

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Y eso es lo que hacemos al finalizar el viaje, enseñar las fotografías, contar anécdotas e historias divertidas que nos han pasado durante el trayecto, explicar aventuras y compartir con los demás los momentos vividos. Volvemos con las pilas cargadas, nos sentimos bien y lo transmitimos.

4. Beneficios inmediatos

“Las compras muchas veces son de tipo compulsivo, no llevan una planificación previa y podemos abusar de ellas como un parche para sentirnos mejor.”

Además, “si no hay control puede añadir estrés”, incluso puede ser señal de la existencia de otros problemas. “No quiere decir que las compras, o un capricho, sean algo malo. Pero puede serlo si la forma de afrontar los problemas es a través de esta actividad, o si sustituye a otras actividades de ocio o sociales”.

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Planificar un viaje también produce beneficios inmediatos, pero de forma distinta, mientras dedicamos tiempo a planear nuestra aventura, nos relajamos y dejamos volar la imaginación pensando en lo que va a pasar “por lo que este proceso de visualización ya es de por sí beneficioso”, y la sensación de bienestar que se crea durante el viaje también lo es.

5. Dos prácticas, dos resultados

“El fin de un viaje es la búsqueda del bienestar; es algo pleno. El fin de una compra es rellenar de forma inmediata un vacío; es algo efímero”.

Solo podemos preguntar si ¿vas a dejar pasar la oportunidad de ser feliz? No hay que tener mucho dinero, solo hay que tener ganas de viajar.

Sin duda trataremos de cumplir con este “mandato científico” y viajaremos más.

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