“Miércoles de septiembre, 10.30 horas. Emilia está preparándose el mate, fiel compañero de su momento de estudio. Mientras espera que se caliente el agua, envía un WhatsApp a Pablo… En tan sólo 60 segundos, Emilia chequea dos veces la respuesta de Pablo. El tiempo en el amor se vive distinto al del estudio: la intensidad del vínculo repercute en que la percepción del tiempo sea diferente.”
Este es un fragmento de una escena cotidiana que comparten en su trabajo tres científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de la Argentina quienes realizaron una investigación sobre el impacto que tienen las nuevas tecnología en las relaciones amorosas. La obsesión por controlar al otro y la necesidad de tener respuestas inmediatas todo el tiempo.
Las redes sociales y especialmente los smartphones con su capacidad de permitirnos estar conectados todo el tiempo dispararon, más que nunca, la necesidad de saber constantemente qué es lo que está pasando. Y en ese querer saber, la espera se vuelve insoportable.
Los sociólogos Maximiliano Marentes, Mariana Palumbo y Martín Boy son los tres investigadores que trabajaron analizando cómo las nuevas tecnologías pueden llegar a generar control, violencia simbólica, o potencian el amor en las relaciones afectivas.
Es que antes, en las remotas épocas analógicas, las esperas siempre generaron ansiedad, pero el uso de tecnologías como Facebook y WhatsApp ha convertido ese tiempo de espera en una nube de expectativa y trastorno que flota en el universo cotidiano de cada uno, pero desmedidamente potenciado.
“Cuando alguien espera hay alguien que se hace esperar, pero eso no es fijo: en las relaciones amorosas los sujetos cambian y las dinámicas se modifican”, destacan los sociólogos, autores del trabajo “Me clavó el visto: los jóvenes y las esperas en el amor a partir de las nuevas tecnologías”.
“Los tres estudiamos temas de amor romántico y violencia y nos interesó problematizar el contexto de redes sociales como forma de relacionarse, no como ruptura del lazo social sino en su impacto en los vínculos”, señala Mariana Palumbo.
“Para nosotros las redes no son negativas: con ellas la gente se suma, se relaciona, se recontra erotiza. Solo que a veces, como permiten tanto control también hacen que el sujeto se descontrole más: nos hacen sentir que el otro no está haciendo lo que se espera”. Para la investigación recientemente publicada realizaron 25 entrevistas en profundidad a jóvenes, en las que recrearon escenas de su vida vinculadas a la espera y el amor.
Uno de los hallazgos de la investigación científica sobre el tema fue llegar a ver cómo las nuevas tecnologías detonan distintas escenas de violencia pero también de erotización en los jóvenes. “Cómo median estas nuevas tecnologías y generan afectividad marcada porque “me clavaste el visto, entonces me hacés esperar”.
Esa espera es negativa: dejo de ser el sujeto más importante para el otro, eso desata una discusión o escena de violencia. Pero luego eso se resignifica, y se reerotizan los jóvenes: a partir de eso vuelven a construir su vínculo”, explica Martín Boy.
Otro rasgo que les llamó la atención a los científicos durante su trabajo de campo fue que en el universo de sus entrevistados –jóvenes de entre 18 y 24 años-, la mayoría manejó conceptos que se vinculan con el amor romántico a pesar del supuesto que los jóvenes responden a nuevos parámetros.
Lo que ellos pudieron percibir es que en esta generación aún sobrevuela la idea de “búsqueda” personal del ser amado ideal, los afectos y sus expresiones corporales -caricias o besos- por sobre la relación sexual, la idealización del sujeto amado, la propuesta de un proyecto compartido que perdure en el tiempo, la promesa de la fidelidad y la entrega total.
Otro de los aspectos que resultó significativo para los jóvenes es el que tiene que ver con la intimidad. Es decir, saber dónde empieza el límite personal y en qué punto se corta la barrera de la pareja.
En esta lucha de intimidad, el otro debe conocer todas las contraseñas de las redes sociales.
“Esto se toma como una prueba de amor. El amor romántico tiene muchos elementos violentos, de control y celos. Pero también, a partir de estas prácticas violentas, los jóvenes reactualizan su amor porque si finalmente brindan su contraseña, dan a su pareja una señal de confianza”, indica Palumbo.
“El vínculo hoy tiene para el sujeto un montón de cuestiones que antes no se le jugaban. Si se me juega mucho ahí y esta espera se dilata, me voy a poner peor. Porque tener un amor nos da valor. Y si vos me dejás esperando, no me estás valorando a mí, y por ende yo no estoy valiendo socialmente” expresan.
Las esperas en las relaciones amorosas, observan estos científicos, se enmarcan en un libreto esperable y que se reitera. No somos originales. Al fin y al cabo, todo lo que necesitamos, todos, es amor.
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