La expresión inglesa “el elefante en la habitación” (the elephant in the room) alude a un tema espinoso que todos conocen pero del que nadie se atreve a hablar, con lo cual callan y fingen que no existe. Como si en la sala hubiera un elefante enorme y disimuláramos, ignorando su presencia.
Personalmente, cuando creo que el tema debe ser discutido y resuelto tiendo a ponerle el cascabel al gato.
Aquí se abre el gran interrogante: ¿vale la pena decir lo que piensas?
Una vez has sacado a la luz el tema espinoso, las reacciones habituales suelen ser dos. Opción uno: los demás de repente muestran su total acuerdo (“Pues claro: ¡esto lo sabíamos todos!”) cuando antes de que tú sacaras el tema se mantenían en el silencio más sepulcral. Opción dos: los demás prefieren continuar negando la existencia del elefante y te condenan al ostracismo. Ninguno de los dos resultados me parece especialmente tentador.
¿Conviene entonces decir lo que uno piensa? La respuesta sería «depende». Hacer manifiesta la situación depende de tus valores y objetivos. Valora si esta batalla le interesa y hasta qué punto. Si la cuestión no es vital, haces como el resto y prescindes del elefante, del gato y del zoo entero.
Otra opción, que podríamos llamar «la vía intermedia», pasa por buscar aliados y no abordar en solitario la cuestión espinosa.
Seguro que tú también te has encontrado alguna vez con un elefante en la habitación. ¿Has dicho lo que pensabas o has preferido callar? ¿Cuál crees que es la mejor estrategia en un escenario en el que hay un problema del que nadie quiere hablar?
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