El calendario es largo y tiene un montón de días que hilvanan rutinas y actividades diarias. Trabajo, estudio, compromisos, hobbies, médicos, cumpleaños… Atravesamos el año con tareas que repetimos casi mecánicamente. Pero hay algo más en ese trayecto de 365 días: hay un puñado de fechas importantes que nos invitan a una pausa y nos convocan a conectar con otros. El día del padre es una de ellas: un momento en que uno de los vínculos más importantes de la vida sube a escena y desde múltiples lados nos convocan a pensar en “papá”.
En Argentina, el día del padre se festeja el tercer domingo de junio. Este año cae el día 21. En otros países se celebra en otros momentos del año y los motivos de la celebración también varían.
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En Argentina, el primer festejo fue un 24 de agosto de 1958, en honor a José de San Martín, considerado “Padre de la Patria”. Ese día, pero de 1816, nació su única hija, Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, y se tomó esa fecha para homenajear a todos los padres.
Años más tarde, en la década del 60, se modificó el día en el calendario y se resolvió que las celebraciones se realicen en el mes de junio, como ocurrió en la mayoría de los países iberoamericanos tras una decisión del presidente de Estados Unidos Lyndon B. Johnson. Es el mes que unos 50 países honran la paternidad y la influencia del hombre en la vida de los hijos.
En muchos países de Europa, en cambio, se sigue una tradición católica que conmemora el 19 de marzo, día de San José, padre de Jesús.
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Con los años y el avance del consumismo, los “días de” (del padre, de la madre, del niño, de Reyes y otros tantos) se han vuelto fechas muy comerciales, donde los objetos que compramos y regalamos se ponen por delante de los gestos y del acto mismo de regalar, que fue perdiendo con el tiempo su mágico y profundo simbolismo.
Comprar algo lindo para otro es hermoso porque implica dedicar un tiempo a pensar en sus gustos, sus deseos, y ponerle horas a buscar, a elegir y a preparar un obsequio que guste, sorprenda y emocione. Pero regalar es mucho más que comprar algo y volver a ese concepto, a esa tradición, al verdadero sentido de estas fechas, nos devuelve a lo mejor y más importante del día del padre: conectar con papá o con quien consideramos importante en nuestras vidas por la función paterna que ejerció con nosotros o con nuestros hijos.
Entonces, lo primero y más importante es separar el acto de regalar del de comprar, proponerse salir de la pasión consumista que a veces anula el verdadero sentido de todos los festejos. REGALAR es DAR y DAR es darse. Es brindarse al otro, dedicar tiempo, habitar el ritual de preparar algo lindo para sorprender y dar alegría a alguien que queremos. Lo que regalamos es secundario.
En el marco de esta fecha, es interesante reflexionar sobre el valor de un regalo, es decir, qué lo vuelve valioso. Y uno de los puntos más importantes es, justamente, ponerse en el lugar del otro. ¿Qué le gustaría? ¿Qué desea? ¿Qué puede ser lindo para él? ¿Qué podría emocionarlo o alegrarlo viniendo de mis manos? ¿Qué objeto, detalle, cartita o gesto puede simbolizar lo que quiero expresarle en este día?
No importa cuánto cuesta: ni siquiera es valioso gastar dinero en ello. Una carta, un dibujo, una comida casera, un buen plan al aire libre, una salida. Un gran regalo puede ser cualquier cosa que sirva para decir “te quiero”. Acumular paquetes o pagar algo caro no genera valor ni multiplica cariño.
El acto generoso de dar es lo que importa. Por eso, es fundamental no convertir el regalo ni el momento de regalar en un mero trámite, sin sorpresas ni homenajes. Devolvamos a las fechas importantes su sentido, su importancia.
El Día del Padre es un buen momento para modificar algunos hábitos sociales y para devolver valor al encuentro que representa regalar. Seguramente no podremos modificar la turbulencia del consumo ni su consecuencia directa, la banalización del objeto consumido. Pero sí podemos cambiar la escena, volviendo a humanizar el vínculo. Encontrarnos con otro en el momento de regalar, abrir juntos los paquetes y concluir que, en realidad, lo importante era que el otro estuviera allí, justo enfrente, y en ese momento.
Por último, no restrinjas el Día del Padre a tu papá. Muchos hombres cumplen funciones importantes en nuestras vidas y si ese día tu papá no está, por el motivo que sea, conectá con el papá que sos, o con un tío, un abuelo, un amigo o cualquier persona que ponga en valor, a tus ojos, la función de ser padre. Una hermosa y profunda función.
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