Cómo ayudar a nuestros hijos a desarrollar amistades sanas y a lidiar con las malas

Los primeros años de vida de los niños son claves para establecer las bases de lo que serán sus vínculos a futuro. Escuchar, dar amor y cariño es lo indispensable.
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Desde el mismo momento en que nacemos, iniciamos una inmediata relación con otras personas que solo acabará cuando se termina el hilo en el carretel de nuestra vida. Por eso debemos ser muy conscientes que ser capaces de formar relaciones positivas es fundamental para todas las facetas de la vida, en la familia, durante los estudios, en el trabajo.

Dicho esto, vale aclarar que sabemos que sin embargo hay un montón de adultos (muchos en el liderazgo de una empresa o en la gestión de organismos públicos) cuya falta de gracia social nos hace creer que nunca pensaron que más allá de sus narices hay otros seres humanos.

¿Pude ser que sean personas que no hayan desarrollado relaciones sanas durante sus primeras etapas de vida? No podemos afirmar eso pero un estudio reciente ha encontrado que los niños que tienen un vínculo seguro con sus padres son más propensos a desarrollar amistades sanas y adaptarse a un compañero de juegos difícil mediante la afirmación de sus necesidades.

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Los niños que están conectados de forma segura son aquellos que por ejemplo se sienten visiblemente molestos cuando sus padres sale de la habitación y vuelven a estar manifiestamente felices cuando vuelven. Son también aquellos que recurren a su padre, madre o cuidador para sentirse cómodos en una situación desconocida o aterradora.

Los padres debemos saber que ellos nos utilizarán como una base desde la que explorar su entorno, volviendo de vez en cuando para que les demos una inyección de confianza.

El estudio publicado en Developmental Psychology, midió la seguridad del apego entre madre e hijo en 114 niños de 33 meses de edad. Seis meses más tarde, los mismos niños se emparejaron al azar con otro niño del mismo sexo. Esto se repitió tres veces en el transcurso de un mes.

Los investigadores encontraron que los niños que tenían un vínculo seguro con sus padres eran más sensibles a su nuevo compañero de juegos en la primera reunión, incluso si ese compañero de juegos era propenso a la ira. Los niños con apego seguro continuaron respondiendo positivamente a su compañero de juegos en la segunda y tercera visitas a pesar de que su compañero de juegos se tornara iracundo.

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Según lo explicado por la profesora e investigadora Nancy McElwain, “los niños con apego seguro son más sensibles a las sugerencias o peticiones formuladas por un nuevo par. Un niño que ha experimentado una relación de apego seguro con los cuidadores es probable que entre en una nueva relación entre iguales con las expectativas positivas”.

Hay un cuerpo extenso y convincente en la investigación que ha demostrado cómo una unión segura entre un padre y un hijo no sólo afecta a las amistades, sino que también aumenta la sensación de seguridad, la autoestima, el autocontrol de un niño, y la capacidad de aprender y recordar en el colegio. Estos estudios han implicado la observación de nuevas madres con sus bebés, siguiéndolos a través de la infancia y de la juventud.

Pero la pregunta obvia que los padres nos hacemos aquí es como se consigue esa relación armoniosa y de apego seguro que puede hacerle tanto bien a nuestros hijos en sus vínculos futuros.

Es probable que a muchos de nosotros nos haya pasado, o nos pasé cada tanto en realidad, pensar que no estamos siendo buenos padres, que nuestras actitudes son egoístas porque usamos una hora de nuestro tiempo para ir a hacer ejercicios, practicar un deporte o reunirnos con amigos.

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Pues bien, aclaremos una cosa: el apego seguro no se trata de que los padres deban abandonar todas sus propias necesidades en favor de las de su hijo. La investigación es importante y deja las cosas bien claras, pero por supuesto tiene que ser considerada a la luz de las circunstancias personales.

Lo que sabemos es que una relación positiva entre un bebé y su cuidador influye en el crecimiento del cerebro. A través de una relación positiva, se realizan conexiones neuronales en el cerebro del bebé que, en cierto sentido, le proveen la seguridad que necesita. Los padres de niños con apego seguro juegan más con sus hijos y son más sensibles a las necesidades del niño que los padres de niños con apego inseguro.

Décadas de investigación sobre el apego nos han dado una idea muy clara de lo que conduce a una fijación segura:

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  • Tener un cuidador regular y consistente durante los primeros seis meses de vida del bebé. Un bebé aprende a confiar y se desarrolla mejor cuando alguien está ahí para proporcionarle cuidados continuos y afecto. En lo posible esa persona debe ser siempre la misma, no importa que sea la madre, el padre, un abuelo, una niñera.

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  • Establecer una rutina para comer, dormir y jugar. Tener una rutina permite que el bebé se desarrolle la seguridad y la comodidad que viene con la previsibilidad. El bebé sabe qué esperar, cuándo esperarlo y de quien.
  • Sea afectuoso. Sonrisas, caricias y abrazos. Nada es más importante. En un experimento famoso de la década de 1950 un grupo de bebés monos escogieron como madre sustituta un elemento de pelaje suave sobre una figura de madre de alambre.
  • Responder a las señales de su bebé. En respuesta a las señales de socorro o demanda de atención, la calidez les ayudará a desarrollar la confianza y una sensación de seguridad. Cuando un bebé llora, sonríe o extiende sus brazos y un padre o cuidador responde con gusto y sensibilidad, el bebé aprende que pueden contar con su cuidador y un apego seguro se construye.

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  • Pero – y este es un muy importante “pero” – los expertos suelen coincidir en que los bebés necesitan tener la oportunidad de desarrollar la confianza en su propia capacidad para calmarse a sí mismos. Si los padres responden inmediatamente a cada llanto socavarán su independencia. Los investigadores explican que no se debe dejar llorar al bebé por más de unos pocos minutos, pero eso no quiere decir que el bebé tiene que levantado en brazos cada vez que hace una ruido. La investigación ha demostrado que cuando el llanto de un bebé fue respondido de manera consistente y sensible, ayudó a conseguir chicos más independientes y cooperativas cuando fueron mayores.
  • Seguir los juegos propios del bebé. Cuando inician un juego o interacción, les estamos enseñando que son capaces de influir en su entorno y en las personas en él. Esta es una parte fundamental de la formación de amistades.

Para niños

  • Ser fiable y sensible. Incluso las personas que abusan de sus hijos afirman amarlos. Lo que no hacen es sintonizar las señales de sus hijos y responder a sus necesidades.
    Pasar tiempo real juntos. Pasar tiempo juntos – sin electrónica – ayudará a establecer los circuitos de recompensa en el cerebro para la empatía y la conexión.

Father and daughter indoors playing and smiling

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  • Hacer cumplir los límites. Es parte de su crecimiento y desarrollo poner a prueba los límites. Parte de hacerlos seguros es dejar que ellos sepan dónde están los límites. Es como un doble control cuando hemos cerrado la puerta, estamos seguros que la cerramos, pero comprobarlo una segunda vez nos deja convencidos.
  • Escuchar todo. Escuchando todo, inclusive lo más disparatado, les hacemos saber que estaremos ahí para escucharlos cuando aparezca algo importante también.
    Divertirse como un chico. Estar abiertos a nuestros hijos y reírnos con ellos de las cosas divertidas que hacen. Puede ser bastante gracioso a veces.

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