El libro se llama “30 millones de palabras: Construyendo el cerebro del niño” y es un éxito de ventas en Estados Unidos. Escrito por Dana Suskind, médica cirujana y especialista en el tema de la Universidad de Chicago, asegura que la exposición a un lenguaje abundante durante los primeros tres años de vida no solo es crucial para la capacidad de pronunciar palabras largas sino, también, para nuestro desarrollo integral y el éxito en general.
Siskind sostiene “que nuestros logros están determinados, en buena medida, por el medio social y económico en que nacemos”. Sin rodeos, asegura que un niño nacido en un lugar humilde escuchará 30 millones de palabras menos en los primeros tres años de vida que otro nacido en una ciudad y una familia acaudalada.
En el libro, la brecha de 30 millones de palabras es solo una metáfora de la riqueza del lenguaje y de la importancia de los ambientes en los primeros años de vida. Allí comparte cuatro consejos para los padres, que, dice, pueden marcar una gran diferencia en el desarrollo del cerebro infantil: armonizar, hablar más, tomar turnos y apagar la tecnología.
La especialista explica que los bebés no aprenden con la televisión o los videos. “La interacción, lo que llamamos “respuesta contingente” –cuando respondemos a las señales del bebé-, es lo que permite que aprendan cosas. El cerebro siempre está desarrollándose, evolucionando. Sin embargo, no hay un período en el que el desarrollo cerebral sea tan intenso como al principio, sobre todo en términos de destrezas cognitivas. Si queremos prevenir en vez de remediar, necesitamos enfocarnos en esa etapa. Eso no significa que debamos enfocarnos en los niños de cero a tres años y olvidarnos de los demás. Pero si descuidamos a los de cero a tres, después será muy difícil cerrar la brecha”.
El lenguaje es súper importante en el desarrollo integral. No solo incrementa el Coeficiente Intelectual y la capacidad cognitiva. Hace crecer los distintos aspectos del individuo, como nuestra destreza para las matemáticas, nuestra percepción espacial, nuestra capacidad para perseverar frente a los desafíos, o nuestra autorregulación.
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