Cada comienzo del ciclo lectivo, muchos se preguntan qué es el UPD. Escuchan a sus hijos hablar del tema o ven la sigla en los medios, asociada en general a noticias que hablan de excesos de todo tipo. Es que, lamentablemente, el famoso Último Primer Día está cada vez más distante de algo parecido a un festejo. Te contamos cómo nació este rito que celebran los chicos del último año del secundario y por qué se ha vuelto cada vez más polémico.
Básicamente, el concepto del UPD tienen que ver con compartir la noche anterior al inicio de clases con los compañeros del último año, en un ritual que marca el inicio de una lenta despedida, que se extenderá a lo largo de todo el año y que, si arranca fuerte, promete terminar aún peor. ¿Por qué? Porque lo que se viene instalando es que distintos tipos de excesos marquen cada uno de estos festejos, como si el pasaporte a la nueva etapa exigiera una buena cuota de descontrol.
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Lo primero que podemos decir es que se trata de un festejo que se repite cada año y que se empieza a preparar semanas antes de que comiencen las clases. Como su nombre lo indica, se celebra el Último Primer Día en la escuela. O, dicho de otro modo, el primer día del último año de secundaria.
El UPD es un rito que repiten cada inicio del ciclo lectivo los chicos del último año del secundario. Consiste en festejar el final de año antes de que empiece, pero las maneras de celebrar son cada vez más descontroladas y riesgosas
El #UPD, como lo bautizan en las redes sociales hoy, es una moda que comenzó en Mendoza y San Juan y luego se trasladó a Buenos Aires. Comenzó hace unos años y tiene versiones muy diferentes en distintas escuelas y ciudades, con modalidades que van desde festejos tranquilos, con bombos y disfraces, hasta previas de noches largas sin dormir y pasadas de alcohol.
Es que, se sabe, el mercado tiene una propuesta cada vez más “completa” e innovaodora cuando de adolescentes se trata y, como ocurre con las fiestas de egresados, hay quienes alquilan colectivos y quintas, hasta padres que se ocupan de organizar todo para custodiar la juntada.
En general, en su versión más tradicional, los participantes llevan disfraces, buzos o remeras alusivas, además de banderas que identifican al curso, gorros y bombos. También suman serpentinas, papel picado y elementos de pirotecnia, como bengalas de colores.
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Como dijimos, la costumbre arrancó en Mendoza y en San Juan y, desde hace unos años, es furor en la ciudad de Buenos Aires, donde los festejos de los chicos de 5° año dan la nota cada inicio del ciclo escolar.
“Para nosotros son días cada vez más complicados. Nos llegan chicos alcoholizados o descompuestos por el consumo de sustancias a las 7 u 8 de la mañana. Nos llaman incluso de los colegios porque un alumno pierde el conocimiento o ocurre algún tipo de accidente”, confían en el área de emergencia de un importante hospital de Capital Federal.
Es que los festejos de los alumnos secundarios -el UPD, el UD, las fiestas de egresados y otros- se convirtieron en una potente industria de la noche. Colectivos con bares, reuniones en boliches, noches en quintas y salones y, sobre todo, una creciente variedad de bebidas alcohólicas y otras sustancias.
Es tal el descontrol que esta “tradición” ha ganado que hay ciudades, sobre todo en Mendoza, donde las multas a los padres ascienden a varios miles de pesos.
En Buenos Aires, el festejo abarca a los alumnos del último año del secundario: hablamos de el quinto año de los bachilleratos y de sexto año en las escuelas técnicas o colegios universitarios.
En general, suelen sumarse los estudiantes de escuelas públicas como las privadas y las celebraciones arrancan en las plazas y calles hasta llegar a la escuela, donde los directivos en general los reciben en los patios.
Cuando la cosa se pone complicada, no pasan de la puerta y más de una vez los encuentros terminan con intervención policial por problemas en la vía pública o por ruidos molestos.
De hecho, hace apenas unos días, en Mendoza, una veintena de padres tuvieron que pagar 70.000 por pesos el descontrol de sus hijos en un salón de fiestas mientras celebraban su UPD.
Las celebraciones comienzan la noche anterior al comienzo del ciclo lectivo del secundario. En general, los alumnos se proponen pasar la noche juntos, sin dormir, en una casa o salón donde se reúne todo el curso.
También se juntan en plazas y parques cercanos a los colegios y se quedan allí hasta la hora de ingreso escolar.
En los últimos años, los excesos han copado la escena y crece la polémica en torno al UPD. No sólo por los problemas de tránsito derivados de los cortes de calles y avenidas, sino por los daños en espacios públicos, en las puertas de los colegios y el el consumo excesivo de alcohol y otras sustancias entre los adolescentes.
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Dados los problemas que surgieron en los últimos años, muchos colegios han empezado a organizar reuniones de padres a fines de cuarto año e incluso durante las vacaciones con el objetivo de trabajar en conjunto para evitar excesos y prevenir los problemas asociados al ingreso al colegio habiendo consumido alguna sustancia psicoactiva.
En algunos casos, se arman “patrullas de padres” que controlan a los chicos en los parques e incluso en el ingreso al colegio.
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Alejandro Schujman, psicólogo especializado en familias y director de Escuela para padres, comparte algunas herramientas para abordar este tipo de festejos:
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