Por estos días parece estar de moda el término relaciones tóxicas. “El toxi”, “La toxi”… Lo escuchamos a menudo. Ahora bien, algo tóxico, es algo que causa algún tipo de daño o lesión tras haberlo consumido, me parece importante tenerlo en cuenta para comprender el alcance del daño que puede provocar una relación de estas características y para no utilizar el término toxicidad en cualquier situación.
Los resultados de este tipo de relaciones por lo general son el aislamiento, la pérdida de la autoestima y muchísima ansiedad que en la mayoría de los casos toma el cuerpo, como por ejemplo, la pérdida o el aumento del apetito, entre otros síntomas.
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Cómo detectar cuando una relación se vuelve tóxica
Cuando analizamos los distintos comportamientos que hoy en día llamamos tóxicos, generalmente nos remiten a conductas que reconoceremos como signos de violencia.
Veamos algunos ejemplos de lo que podemos llamar relaciones tóxicas:
1) Chantajes emocionales, que suelen estar dirigidos a por ejemplo, no salir con determinados amigos/as, no ir a visitar a un familiar, o no ponerte determinada prenda de vestir. Siempre argumentando el “no me gusta que vayas a ese lugar” o “esa gente no te quiere o no me quiere” o “esa prenda te queda mal”, entre otras cosas.
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2) Violación de la privacidad: registro de celular, redes, agendas y/o carteras, entre otras cosas.
3) Manipulación: invalidar tus opiniones. Ante el menor reclamo aparece un reclamo mayor y aún más importante que el tuyo. Generalmente, se ve como una victimización.
Hay muchísimos comportamientos posibles más, pero estos tres nos sirven para analizar, que en el fondo, siempre que hablemos de toxicidad, nos estamos refiriendo a situaciones de violencia psicológica.
Relaciones tóxicas, vínculo asimétricos
Este tipo de expresiones violentas se suelen dar en vínculos asimétricos, por ejemplo, una gran diferencia de edad, o de ingresos económicos, etc. También una baja autoestima, o una autoestima dependiente de la idea que el Otro me devuelve de mí mismo, nos suele conducir a formar relaciones que en principio son desiguales.
Es importante señalar que un vínculo se vuelve tóxico en la medida que transcurre el tiempo y ciertas características se vuelven reiterativas, y una o ambas personas sienten un malestar casi permanente, habiendo por supuesto momentos positivos.
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Las relaciones tóxicas, sobre todo, son relaciones de mucha dependencia emocional, la felicidad de alguno de los miembros depende del estado anímico del otro, la autoestima, depende de la aprobación del otro y por lo general, dicha dependencia es mutua.
También la presencia o ausencia de límites es excesiva, esto quiere decir que mientras uno pone límites y exigencias en exceso, el otro tiene una tendencia a ceder sin límites.
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Intensidad emocional y falta de límites
Una característica muy común en estas relaciones es la intensidad de las emociones. El enamoramiento parece no decaer con el paso del tiempo y siempre hay un sentimiento excesivo, tanto de lo bueno como de lo malo. Además de la intensidad de las emociones, la cantidad es importante, culpabilidad, necesidad de control, ansiedad, enojos y reconciliaciones muy intensas, que en definitiva son las que sostienen este tipo de relaciones.
La intensidad también se puede ver reflejada en la sexualidad. Muchas veces estas relaciones tienen una vida sexual muy frecuente y muy intensa. Ya que en el sexo se encuentra también el reparo, el reencuentro y la idea de que “Sí”, está funcionando. Son relaciones inestables, con épocas muy malas o muy buenas.
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Para el entorno en general, son fáciles de detectar, a simple vista se suele ver una dinámica de mucho exceso y exigencias desmedidas o infundadas. Sin embargo, es muy común que los miembros de la relación no logren detectar y rechacen las sugerencias del entorno, lo cual colabora con el aislamiento que suele ser producto de este tipo de vínculos.
No es para nada fácil poner final a un vínculo de estas características, justamente por la dependencia emocional que producen. Es fundamental un espacio terapéutico serio, que ponga en cuestión permanentemente nuestras propias afirmaciones y que el entorno, los afectos más cercanos, comprendan las dificultades y acompañen un proceso que seguramente, tendrá varias idas y vueltas.
- Por: Lic. Jacqueline Orellana Rosenberg
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