Pareja

¿Por qué cuesta conseguir pareja?

Dificultad para conseguir pareja: “Dime cuánto amor eres capaz de dar sin desintegrarte y te diré qué tan libre eres”.

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A medida que pasa el tiempo escuchamos cada vez más más frases que indican que es difícil conseguir pareja. Escuchamos por ejemplo:

  • “Esta re difícil encontrar a alguien…”
  • “Están todos/as re locos/as…”
  • “A casi nadie le interesa formar una pareja…”
  • “Mucha histeria….”

Todas estas frases de alguna manera indican que en los tiempos que corren, formar una relación es cada vez más difícil, a la vez que cada vez son menos las personas que eligen hacerlo.

Conseguir pareja

Seguramente hay múltiples explicaciones, dependiendo desde donde quiera enfocar el tema. Una de ellas sin dudas, es el prontuario de fracasos que las generaciones más actuales pueden contabilizar de sus progenitores o familiares.

Las separaciones y divorcios han sido vividos como grandes fracasos, sobre todo para aquellas generaciones en las cuales la posta final, el podio, era lo eterno, lo que era para siempre, para toda la vida.

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Tanta frustración reflejan aun las separaciones, que comenzamos a rechazar la idea de embarcarnos en algo que por lo visto puede fracasar, puede terminar.   

¿Los vínculos de pareja están en extinción?

Si al temor a la frustración provocada por los posibles finales le sumamos, que cuando nos enamoramos experimentamos una especie de empobrecimiento del yo con la cual el otro nos aparece como inmenso, tenemos que pensar que entonces hay que estar un poco dispuesto al descontrol, a descentrarse de uno mismo, exponer el Ego, mostrarnos vulnerables, etc.

Todas situaciones muy limitantes, que de algún modo u otro, me van a exigir que ceda un poco el control, que contemple al Otro, que acepte los límites intrínsecos a la existencia de un Otro al cual yo le brindo una determinada importancia.

Otra cuestión, que juega un papel importante en los días que corren es la idea de la pérdida de libertad.

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La libertad es la posibilidad y el derecho de elegir nuestra propia forma de actuar, de vestir, de decir, de hacer, por lo tanto, también, ser libres nos hace responsables de las elecciones.

Sin embargo, nos hicimos una idea de la libertad individual absolutamente dependiente del Otro. Esto quiere decir que si un Otro me demanda alguna cosa (por ejemplo, el sábado vayamos al cine), yo siento que tengo que satisfacer esa demanda y no puedo oponer resistencia alguna, por lo tanto, me voy desintegrando tan solo con su existencia, no puedo decir que no, no sé poner un límite, entonces los deseos y demandas se me vienen encima, me invaden.

El resultado de esto, es el temor a entrar en una relación, donde alguien que desee compartir tiempo conmigo me lo demande y yo no pueda resolver esa situación, no pueda elegir.

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Por otro lado, y en relación a la idea de libertad, en los tiempos que corren se soporta muy poco el límite en general, le damos cada vez más importancia a nuestras ideas, a lo que queremos y a lo que sentimos… ¿Está mal esto?

No, por supuesto que no, pero en algunos casos está comenzando a ser un vicio, una imposibilidad de relacionarse con un Otro que de alguna manera significa un límite a mí mismo, a mi yo, y así, de a poco, terminamos en un sendero en donde ya ni siquiera es posible ver al Otro.

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Por último y no menos importante, en los días que corren, tenemos las app de citas. El amor “a la carta” Donde de alguna manera voy eliminando, o creyendo que puedo eliminar las posibilidades de fracaso en el encuentro, o bien, yo mismo voy mutando el personaje para que se adapte a la próxima cita. De esta manera, los encuentros se vuelven líquidos, poco reales o tal vez superficiales, lo cual también me garantiza de algún modo, un vínculo estéril, fugaz, con pocas posibilidades de profundización. Una buena manera de mantenerme a salvo de los posibles límites que un vínculo romántico podría significar.

Dime cuánto amor eres capaz de dar sin desintegrarte y te diré qué tan libre eres.

  • Fuente: Lic. Jacqueline Orellana Rosenberg, psicoanalista y sexóloga

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