Hay algunos artefactos o inventos que damos por obvios, como si hubieran existido siempre, y que tienen, incluso, poco glamour. Sin embargo, han cambiado la historia por diferentes razones. Es el caso del inodoro o retrete, muy poco reivindicado. Aquí repasamos la historia del inodoro y por qué salvó la humanidad y permitió el crecimiento de las ciudades.
Tan importante fue la invención del inodoro que esta tiene un día internacional que lo homenajea, que es el 19 de noviembre. La ONU definió esa fecha el Día Mundial del Inodoro o retrete para generar conciencia sobre un tema clave en el desarrollo: 3.600 millones de personas en el mundo no tienen acceso a un saneamiento seguro y a un retrete, que es un artefacto básico para la salud y para el progreso de la humanidad.
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Historia del inodoro: por qué fue un invento clave
Se denomina inodoro, retrete, váter o taza del baño al aparato sanitario utilizado para recoger y evacuar los excrementos sólidos y líquidos de los humanos hacia una instalación de saneamiento y que impide, mediante un sistema de sifón de agua limpia, la salida de los olores desagradables de la cloaca o alcantarillado
El inodoro aísla la orina y las heces y luego las evacúa, de modo que no haya contacto alguno con el resto del ambiente.
El funcionamiento de este artefacto doméstico explica, en parte, su importancia. El sifón del inodoro genera un tapón hidráulico por el cual no puede salir ni el aire ni nada. Entonces, va más allá de la comodidad de sentarse y de estar cómodos: antes los seres humanos hacían sus necesidades atrás de un árbol y, con suerte, había un pozo, que era la famosa letrina del fondo.
En una nota muy interesante, el periodista Fermín Filloy conversó con el arqueólogo y arquitecto Daniel Schávelzon, un estudioso de la ciudad de Buenos Aires. Allí cuenta que la transformación de las costumbres higiénicas durante la primera mitad del siglo XX derivó en la imposición de nuevos artefactos sanitarios.
“El inodoro cambió la relación con las necesidades fisiológicas, que antes se usaban como abono para tierra”, explicó. “Hasta principios de siglo XX, la gente hacía sus necesidades y las heces se utilizaban como abono para las plantas comestibles. Hoy eso nos parece inconcebible”, comentó Schávelzon a Infobae.
Esa práctica “se prohibió por las infecciones y por la transmisión de la fiebre tifoidea”, una decisión que se enmarca en el auge de lo que se llamó higienismo: “Esta corriente empezó a entender la insalubridad de lo que era el pozo ciego y de los olores. Por eso surge la necesidad de tener artefactos que aíslen: el inodoro, justamente, aísla lo que largas; el agua genera un efecto tapón y todo se va por la cloaca. Este cambio es producto de la manera de relacionarnos con nuestros desechos orgánicos”.
Pero hay algo más. Explica Schávelzon que el retrete “permitió traer el baño adentro de la casa y que tenga agua corriente y cloaca. Antes, estaba en el jardín para que no lleguen los olores. Este avance permitió, también, la construcción de edificios de altura y de departamentos”.
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Toda la industria de la construcción está conectada con el desarrollo del baño, dice. “No se puede hacer ocho pisos y que todos bajen a la letrina del patio. El crecimiento de la ciudad misma en altura y en densificación se hace en cierta medida posible gracias al invento del inodoro, que fue algo fantástico”, dice.
Según el arqueólogo Daniel Schávelzon, “el crecimiento de las ciudades en altura y en densificación se hace en cierta medida posible gracias al invento del inodoro”
El pozo del fondo de los patios absorbía las heces que, paulatinamente, eran absorbidas por la napa de agua. “Después el que sacaba agua del aljibe para tomar mate se tomaba eso y se contagiaba de cualquier cosa. Por eso acá en el país se dieron dos pestes: la de cólera y la de fiebre amarilla. Esto llevó a la necesidad de un pozo cloacal. En Buenos Aires primero estuvo el sistema cloacal y recién después vino el agua potable. La evacuación era lo fundamental”, concluyó el arqueólogo.
El inodoro y la salud
El médico clínico Ramiro Heredia explicó a Infobae que el inodoro tiene una gran relevancia para la salud humana: es un eslabón clave del saneamiento, que es el manejo de la materia fecal humana y de las aguas contaminadas por ésta. Junto con el acceso al agua potable, son dos objetivos fundamentales de la salud pública global”.
Explica Heredia “que un adecuado manejo de las aguas residuales y de las heces humanas podría prevenir muchas de las 500 mil muertes anuales de niños en el mundo por enfermedades diarreicas”.
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La falta de acceso a los servicios sanitarios adecuados expone a la población a un sinnúmero de agentes infecciosos asociados al agua contaminada y a una insuficiente higiene. “Esto podría ser diferente con un mayor acceso al agua potable: las enfermedades diarreicas, los virus intestinales como el Rotavirus, el cólera, la fiebre tifoidea causada por la bacteria Salmonella, la polio, la leptospitosis, muchos parásitos y el virus de la hepatitis A, son ejemplos de todo lo que se podría prevenir”; dice Heredia.
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