Contar con un banco de semillas propio es una iniciativa que puede comenzar como un simple y entretenido pasatiempo, entre las tareas de la huerta. No obstante, a largo plazo, todo indica que podría convertirse en una tarea estratégica y vital. Armar un reservorio de semillas nos re-conecta con la naturaleza.
Implica otra forma de acercarnos a la tierra, una experiencia a través de la cual empezar a reconocer los ciclos de crecimiento de los vegetales, la función que cumple cada insecto en su ecosistema y en nuestro entorno natural
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Concretamente, recolectar las semillas nos asegura el sustento de la huerta y, a la vez, eligiendo los mejores ejemplares de cada especie – las más lindas, sanas y productivas-, podremos reproducir la mejor genética y obtener cada año mejores cosechas. Por otro lado, cada generación de nuestras plantas se irá aclimatando a nuestro espacio un poco más.
Además, las semillas que obtengamos serán orgánicas. Este es un punto importante, considerando que todavía resulta difícil encontrarlas a la venta.
Por otro lado, se trata de encarar una labor que apunta a combatir la creciente disminución de biodiversidad alimenticia. Según Naciones Unidas, durante el sigo 20 dejamos de utilizar casi un 90% de las variedades agrícolas. Por esta razón, tener semillas guardadas en casa podría llegar a ser -a futuro- tan importante como conservar joyas o metales valiosos.
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Cómo empezar un banco de semillas
Lo ideal es recolectar la mayor variedad posible, tanto de verduras, frutas como aromáticas, y siempre seleccionar plantas orgánicas, fuertes y libres de enfermedades.
Dependiendo de la variedad a rescatar, las semillas a extraer pueden encontrarse en distintas partes de la planta, por ejemplo en el fruto, la flor o la vaina. En algunos casos ya las obtenemos secas, por ejemplo la albahaca. En otros, como en el zapallo, deben ponerse a secar (siempre hay que conservarlas secas, evitando que germinen y alargando su vida.)
Para secarlas, el procedimiento es el siguiente: luego de lavarlas, podemos colocarlas sobre papel de cocina, en algún espacio ventilado, evitando el sol directo.
Es importante averiguar, en cada caso, cuál el punto óptimo para extraer la semilla de la planta. Cada variedad tiene su proceso de maduración y lo mejor es lograr las semillas lo culmine en la planta.
Paso a paso para hacer tus propias semillas
En el caso de hortalizas de hoja, como la lechuga o la acelga, debemos permitir a la planta desarrollar el ciclo completo y, luego del florecimiento, extraer las semillas cuando están secas en la propia planta.
Si hablamos de frutos como el tomate, se recomienda dejarlos madurar bien y luego separar las semillas de la pulpa para pasar a la etapa de secado.
En el caso de leguminosas como arvejas, hay que dejar que una vaina se seque totalmente en la planta.
La rúcula, luego de florecer y secarse su flor, desarrolla unas vainas en las que se acumulan muchas semillas. En este caso, también hay que esperar a que se seque para extraer.
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Dónde conservar las semillas
El lugar de conservación debe ser seco, fresco a frío y sin acceso a la luz solar. Lo ideal es contar con un espacio de temperatura estable, como una bolsa de tela o papel madera, sobres o tarros de vidrio cerrados.
La tela y el papel son buenas opciones, ya que, al ser materiales porosos, no retienen la humedad. Además, los sobres que podamos armar con estos elementos ocupan mucho menos lugar que los frascos.
Es importante rotular cada paquete, bolsa o sobre con nombre y fecha de armado para evitar confusiones y problemas a futuro.
Cuánto tiempo guardar las semillas
La durabilidad de las semillas es muy variable y depende, en gran parte, de la especie a conservar y de las condiciones de almacenamiento.
A medida que pasan los meses y hasta los años, las semillas pueden ir perdiendo poder de germinación. Siempre es mejor plantar o intercambiar, antes que guardar!
Fuente: Valeria Churba.
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