Las huertas escolares son una tendencia ya afianzada en Europa y en pleno crecimiento en varios países de América. Esto se debe a que los proyectos de agricultura escolar representan un excelente recurso para todos aquellos niños que viven en grandes centros urbanos.
A través de una huerta en el colegio los alumnos pueden vivenciar múltiples experiencias acerca del entorno natural y rural, entender las relaciones que tienen con él y poner en práctica nuevos comportamientos y hábitos de cuidado ambiental.
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Los beneficios de tener una huerta en la escuela son muchos y van desde la incorporación de contenidos curriculares hasta la salud física. Las siguientes son algunas de las razones que pueden incentivar a una institución educativa a encarar la aventura de sembrar desde el aula:
Fomentar la educación ambiental
Estas vivencias son de gran importancia para el desarrollo de una nueva cultura sustentable. Representan la base de la Educación Ambiental, a partir de la cual los chicos no sólo estudian y observan la naturaleza, sino que aprenden a valorarla, cuidarla y disfrutarla.
Ver crecer y cosechar de forma orgánica su propio alimento conlleva una gran satisfacción personal y aprendizaje. Además, es una vía para incorporar valores como el respeto, la conservación, el cuidado del entorno natural y el ambiente.
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Impulsar una alimentación más saludable
La agricultura escolar es también un excelente recurso para modificar hábitos alimentarios y avanzar hacia una nutrición más completa y orgánica. Trabajando la huerta, los alumnos aprenden sobre frutas y verduras, reconocen sus propiedades y beneficios y observan crecer y madurar alimentos que, luego, estarán ansiosos por probar.
Este beneficio suele hacerse extensivo a los grupos familiares, contribuyendo así a mejorar la seguridad alimentaria de toda una comunidad.
Promover el trabajo en equipo
En las tareas de la tierra resulta fundamental en trabajo de grupo. Toda labor agrícola, encarada de manera común, fortalece las actitudes de cooperación, los lazos sociales y las relaciones solidarias.
En este ámbito no existe la competencia ni el individualismo; se trata de trabajar el suelo, a través de un esfuerzo común, para lograr un resultado que beneficia a todo el grupo por igual.
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Acercarse a distintos contenidos curriculares
Las tareas de la huerta pueden constituir una forma entretenida y dinámica para trabajar temas pedagógicos de áreas como ciencias naturales y sociales. Conocer de manera empírica cómo madura una hortaliza o ver crecer un vegetal y cosecharlo es una actividad muy motivadora y efectiva para incorporar como aprendizaje.
Así también, se pueden abordar conceptos de Economía (sistemas alimentarios), Geografía (diferentes zonas del territorio y su incidencia en la agricultura) e Historia (culturas primitivas y sus desarrollos agronómicos).
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Cualquier escuela puede tener su propia huerta orgánica. No es necesario contar con un gran espacio abierto, jardines ni parques. Existen recursos sencillos para armar huertas en espacios reducidos, tales como las huertas verticales, en cajones o macetas.
Basta un sector con buena recepción de luz solar y algunas ideas para optimizar espacios. El resto será simplemente dejar fluir ideas y dedicación de la comunidad escolar para sembrar y ver crecer, de manera orgánica, hierbas y alimentos saludables.
Por Valeria Churba. Agricultura urbana.
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