El fin del mundo ha sido tema de fascinación para la humanidad desde el principio de los tiempos y, ya sea para evitarlo o propiciarlo, fueron apareciendo distintas religiones, cada una con su correspondiente dios, creencias, rituales, premios y castigos.
Los humanos fuimos dejando huella y testimonio de nuestras formas de vida y quehaceres desde las manifestaciones más rudimentarias hasta las más sofisticadas. Desde las pinturas rupestres encontradas en las excavaciones y el insondable misterio de Pompeya hasta las faraónicas pirámides construidas para honrar a los muertos y lograr la comunicación con Dios.
En cada uno de estos legados recibidos están presentes la vida y la muerte y el intento de llegar a lo divino. Y la forma elegida por el humano ancestral y por el contemporáneo fue, y sigue siendo, la misma: el arte
Y es ese producto de la necesidad y la imaginación lo que me permite invocar y agradecer a los dioses y, lo que es tal vez la máxima aspiración humana, la comunicación con el otro semejante. Ese, que es igual a mí pero distinto, es el destinatario eterno de mi caos, mi goce y mi desesperación. El que ordena o desbarata.
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Ambos sabemos que el fin del mundo ha ocurrido varias veces y que de cada una han quedado testimonios. Atravesamos guerras, hambrunas, pestes, infierno y paraíso y allí están Miguel Ángel, Beethoven, Mozart, Keops, Notre Dame, Picasso, Wagner, Los Beatles, Altamira, Bansky, Hypatía, Homero, Lady Gaga y Virginia Woolf.
En el arte se encuentra, desembozada e impúdicamente manifiesta, la incansable y desesperada búsqueda de la armonía y la belleza.
Nada nos impide considerar lo que estamos viviendo como otro fin del mundo. Y estaremos en lo cierto. Hay un mundo que se desmorona delante de nuestros ojos y de nuestras conciencias. Un mundo que propicia la desigualdad, la injusticia, la inequidad y el hambre
Y no sirve decir que eso ha existido siempre. Si lo usamos como excusa estaremos aceptando que seguimos igual que en la Edad Media pero con vacunas, trasplantes de órganos, viajes interplanetarios y tecnología de última generación.
El arte pone de manifiesto, muchas veces sin contar con la plena voluntad del artista, las necesidades humanas, sus conflictos y la posibilidad de su resolución. Los grafiteros, los raperos, los músicos callejeros, las estatuas vivientes y hasta Tik Tok y los videojuegos son un grito que clama por un mundo más humano y solidario.
Todo está a la vista, solo falta querer ver.
P/D 1: El universo se reserva el derecho de admisión y permanencia. No queda tiempo, pero sobran lugares: sentado, esperando que “todo vuelva a la normalidad”, o en el escenario de la vida verdadera que necesita ayudantes, aunque no tengan experiencia previa.
P/D.2: La entrada es gratis. Solo hay que mirar a los ojos y decir: “He estado pensando…”.
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