Cuatro días de trabajo, tres días de descanso. Este es el tiempo que deberíamos pasar en nuestro lugar de trabajo según la ciencia.
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Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Melbourne descubrió que permanecer un máximo de 25 horas a la semana en el trabajo podría incluso ser beneficioso para el rendimiento de los empleados.
Es que la conclusión de los investigadores es que la sobrecarga laboral que genera trabajar 50 horas semanales desemboca en estrés y fatiga. Esto trae como consecuencia una disminución en las capacidades neuronales y funciones cognitivas.
En cambio, los empleados que solo trabajan 25 horas a la semana demostraron un aumento en su rendimiento cognitivo, es decir, memoria, razonamiento ejecutivo, razonamiento abstracto y conocimiento específico.
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Esto tiene consecuencias que van más allá de reducir la jornada laboral. Se demostró que a partir de los 40 años hay ciertas habilidades mentales que se ralentizan ligeramente y que se evidencian a partir de los 50 como falta de concentración y cansancio.
Sin embargo, seguir trabajando de forma moderada puede ayudar a mejorar la salud y motivarnos intelectualmente. En algunos países del mundo ya se está analizando la posibilidad de compatibilizar la jubilación con un trabajo de tiempo reducido a partir de esa edad. De esta forma, un empleado de cierta edad podría disminuir su jornada y cobrar parte de su pensión.
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Esto podría beneficiarnos a todos ya que no se perdería la experiencia de una persona que lleva años en el campo y este trabajador a su vez consigue equilibrar el trabajo con el ocio, manteniendo su salud física y mental.
Pero este no es el único estudio que sugiere que lo ideal sería que trabajaramos cuatro días a la semana, modelo al que los académicos norteamericanos llaman “four-day-week”. Es que no es únicamente un beneficio para los trabajadores sino que tiene la posibilidad de aumentar la productividad empresarial e incluso reducir la huella de carbono.