El fútbol da revancha: aprendamos… Y que la próxima fiesta sea acá

A corazón abierto, el psicólogo Alejandro Schujman nos convoca a aprender de los errores y recuperar lo que fuimos.

– Tráelo cuando quieras a Joaco, es un placer tenerlo en casa. ¡¡Se porta de maravillas!!
– ¿¿En serio me decís?? ¡¡¡En casa es un diablillo!!!

De padres e hijos, un clásico. Los niños, bajo la órbita de las leyes paternas, suelen hacer berrinches y desmanes varios. Tiene que ver con crecer, tiene que ver con la posición de los adultos, con las emociones que a los padres se nos ponen en juego con ellos, nuestros hijos. En casa propia el descontrol, de visita, duques y duquesas…

Mientras tanto en Madrid, River festeja su cuarta Copa Libertadores. Se jugó finalmente el partido más largo de la historia. Suspensión por lluvia, luego por desmanes de unos pocos con la mirada cómplice de unos muchos. La policía, zona liberada o no, la Conmebol, papelón internacional.

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Lo que ya todos conocemos: el partido del siglo se jugó finalmente el 9/12 en el Santiago Bernabéu, en Madrid. Una fiesta, el júbilo de River, la profunda congoja de Boca. Todo respeto, los ganadores consolando a los vencedores, una tribuna festeja,
la otra llora, son todos argentinos, con colores futbolísticos diferentes, esos es
todo. Es un juego, un deporte, ni más ni menos.

El fútbol da revancha, la vida también, así las cosas.

No soy de uno ni de otro. Mi corazón es azulgrana y me senté a disfrutar el
espectáculo en el living de casa con los míos. Y me preguntaba, durante los 120 minutos: ¿Tenemos que jugar en España para que todo salga bien? ¿Tenemos que irnos del otro lado del océano para que las cosas sean como TIENEN QUE SER?

No quiero comprar la hipótesis de un vecino que me decía: “Y qué queres, si son todos cajetillas los que viajaron, están los hinchas  VIP. Los que hacen quilombo se quedaron en Buenos Aires”  No quiero pensar que éste es un tema de clases, que salió todo bien porque el pueblo no pudo viajar.

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En las clases altas también hay desmanes, también se delinque, los hinchas pudientes también pierden el eje, los desmanes no son patrimonio de los humildes, no creo que sea así.

Quizás, y ésta es una hipótesis, ningún hincha quiere quedar preso en Madrid, en las inmediaciones del Bernabéu no hay zona liberadas, no hay acuerdos entre dirigencias e hinchas. Cuando las condiciones están dadas para transgredir se transgrede en muchos casos ( y no justifico de ninguna forma el mundo del revés).

Está claro, creo, y quizás el tiempo ayude a dar una lectura más clara de este fenómeno, en el entramado de cosas que huelen a podrido, en este terreno pestilente, no hay partido que pueda jugarse en paz señores.

Cuando se despoja el asunto de toda la carroña es un juego, apasionante, con emociones en medio, con el folklore que nos hace únicos en este ámbito pero la fiesta se juega como se jugó esta final.

Mientras escribo miro de reojo la pantalla y River festeja en el Obelisco y en todo el país, los hinchas de Boca pasándola feo, imagino, pero por el sentir y no por la barbarie puesta en acto.

La fiesta en paz, cara y ceca del cielo y el infierno pero solo el deportivo, que no es poco, pero no es de ninguna manera de vida o muerte… Todo lo perverso, delincuencial, queda en casa, y nos quedamos con manos vacías, y me duele…

¿Podremos, Argentina, traernos todas las enseñanzas de este Boca-River raro, madrileño, con acento español, y impregnarnos de este espíritu de camaradería y aprender y, así, quizá, algo distinto nos pase alguna vez?

No quiero que mis hijos se porten bien solo en casa de amigos: si son buenos pibes tienen que serlo en todos lados. Y no me resigno, Argentina, a que las leyes se cumplen cuando alguien de afuera se encarga de hacerlas cumplir.

A ver si aprendemos país, a ver si aprendemos…