En el diccionario aparece como “persona que dice o hace tonterías, se comporta como estúpida o no es responsable”. Sin embargo, “boludo” es una palabra que tiene una historia muy particular y muy rica, que recoge perlitas de nuestro pasado y las trae hasta hoy con sentidos nuevos.
En las Guerras de la Independencia, los gauchos argentinos peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era el Primer Mundo. Una maquinaria de guerra con disciplina de las mejores academias militares, armas de fuego, artillería, corazas, caballería, el mejor acero toledano, etc.
Los gauchos argentinos (los montoneros), de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire, sólo tenían para ponerles pelotas, piedras grandes con un surco por donde ataban un tiento, bolas -las boleadoras- y facones, que algunos amarraban a una caña tacuara y hacían una lanza precaria. Pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero o arma larga desactualizada.
¿Cuál era la técnica para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas? Los gauchos se formaban en tres filas:
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Cuando los españoles cargaban con su caballería, los pelotudos, haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les pegaban a los caballos en el pecho, que de esta manera rodaban y desmontaban al jinete y provocaban la caída de los que venían atrás. Los lanceros aprovechaban esta circunstancia y pinchaban a los caídos.
Entonces los boludos venían atrás y los remataban en el piso. ¡De tontos no tenían absolutamente nada!
Allá por la década del ’90 (1890) un Diputado de la Nación aludiendo a lo que hoy llamaríamos “perejiles”, dijo que no había que ser pelotudo en referencia a que no había que ir al frente y hacerse matar.
Fue algo así como decir “no hay que ser estúpido”. Esta fue la segunda acepción que se le dio al término: primero, aguerrido y, segundo, estúpido o similar.
Con el tiempo se sumó a esta última clasificación la palabra boludo y el imaginario popular lo fue incorporando como al que los genitales grandes le impedían moverse con facilidad.
Luego se transformó en un insulto grave, de tal manera que íbamos a las manos si alguien nos lo decía. Y nos fuimos olvidando del verdadero origen de la palabra.
En las dos últimas décadas, reemplazando a otros modismos del dialecto cotidiano argentino, (como el ¿“viste”? ó “a ver”…), los jóvenes intercalan cada dos o tres palabras, un boludo, a veces por nada, a veces por respuesta, a veces en vez de decir “querido”, es decir que es un término de uso múltiple que no tiene el sentido original y que en realidad, no sabemos por qué lo decimos.
Un grupo de diseñadores gráficos comenzó con esta propuesta en 2009 y cada vez tienen más adeptos. Se celebra el 27 de junio de cada año, a partir de un comentario cuando se publicaron historias de varias personas en Argentina que devolvieron grandes sumas de dinero que habían encontrado.
El comentario fue: “qué boludo, yo me lo hubiera quedado!”. Ahí surgió el debate: ¿está mal hacer lo correcto? La respuesta de la mayoría fue “no”.
Por eso, un grupo de diseñadores gráficos, bloggeros, estudiantes de teatro y amigos crearon una web. ¿El objetivo? Apoyar a quienes hacen lo correcto.
“Somos una nación de boludos. Millones de ilusos que aspiramos a vivir en paz, construyendo un futuro próspero y una sociedad justa. Sin embargo, los “vivos” nos demuestran a diario que confiar en las promesas, mostrar respeto por los demás y actuar dentro de la ley es una estupidez. Algo que sólo hacen los tontos, los fracasados. Los boludos”, dice la iniciativa. ¿Quién más se suma?
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