La génesis de esta historia nos lleva a finales de los años 80 en la ciudad de Nueva York, cuando un grupo de yuppies, la tribu urbana que ya dominaba Manhattan entre los que se contaban varios financieros y abogados de Wall Street, decidieron entrenar como boxeadores profesionales en el mítico gimnasio Gleason’s de Brooklyn.
La primera pelea organizada fue entre el abogado Richard Novak y el doctor en literatura inglesa David Lawrence, quienes delante de un nutrido público formado por compañeros de trabajo, familiares y amigos, se enfrentaron en un combate para después irse a cenar todos juntos. El White Collar Boxing había nacido.
Pronto comenzaron a celebrarse combates en todo Nueva York, Chicago y otras ciudades de Estados Unidos. En el año 2000, varios empleados de Wall Street combatieron en Londres en un evento llamado Capital Punishment.
Al poco tiempo este modelo lo tomaron los pares de estos yuppies en Inglaterra y ya para entonces eran cientos los ejecutivos que buscaban la adrenalina y reeemplazaban la corbata de las mañanas por los guantes de boxeo por la noche, en diferentes ciudades del mundo.
De esos primeros reductos de Estados Unidos paso a Inglaterra y luego al resto de Europa. España ya cuenta con muchos adeptos
De este modo, lo que empezó siendo una actividad para ponerse en forma, perder peso y eliminar estrés, se reveló como un extraordinario sistema de entrenamiento que además reducía la tensión y agresividad, canalizaba el exceso de competitividad e incrementaba de forma radical la capacidad de reacción, la confianza y concentración.
Los combates de White Collar Boxing tienen una regulación distinta a la de los del boxeo profesional: se celebran a tres asaltos de dos minutos, con un minuto de descanso entre cada uno y los contendientes pelean siempre con guantes grandes (de 16 onzas), casco, coquilla y protector bucal.
En España FIGHTLAND ha sido el introductor del White Collar Boxing, habiendo organizado varios eventos con participantes no profesionales, sin experiencia previa en combates de boxeo y siempre con fines exclusivamente benéficos.
En las peleas no se busca el KO y ni siquiera suele haber veredicto. Tampoco hay sangre ni un negocio de apuestas detrás, tan solo ganas de soltar adrenalina y mantenerse en forma.
De hecho, tal como esta práctica ser realiza en FIGHTLAND, hay algo que la caracteriza y es que la competición siempre se hace con una finalidad benéfica. No son profesionales y no hay ánimo de lucro por lo que la tarifa de preparación para el combate entre empresas se dona íntegramente para una causa y aunque para asistir no se cobra entrada, el público suele hacer un donativo para la misma.