Guillermo Vilas es un hombre que aún hoy mantiene increíbles récords: la mayor cantidad de partidos consecutivos ganados (46), la mayor cantidad de partidos ganados sobre polvo de ladrillo (678), o 16 títulos ganados en un sólo año.
Ganador de 62 torneos ATP, lo siguen, entre los argentinos, José Luis Clerc con 25 partidos y Juan Martín del Potro con 19.
Luchador infatigable, ganó cuatro títulos de Grand Slam y obtuvo un récord de victorias consecutivas en el Grand Prix que le permitieron ser considerado un número uno, más allá de los caprichos de una computadora
Tenía apenas 5 años cuando su padre le preguntó qué quería de regalo para las fiestas de fin de año, momento en que contestó sin dudarlo, un profesor de tenis. Llegó así a su vida Felipe Locicero quien notó en Guillermo algo especial: inquietudes, capacidad de esfuerzo y ambiciones. Le impactó el asombro del niño al escuchar lo que podría permitirle el tenis si trabajaba con dedicación:
“¿Jugar en otros países y ser el mejor del mundo? ¿Y qué tengo que hacer para eso?” La respuesta hubiera hecho huir a cualquier chico: “3 años de frontón sin pisar una cancha”
Nacía en ese momento uno de los mejores deportistas argentinos de todos los tiempos, un hombre que revolucionó el tenis argentino convirtiéndose en el inspirador de generaciones futuras.
El punto culminante, tanto personal para él como para el tenis en general, fue cuando ganó el Masters de Australia en 1974. Una conquista impensada, lograda en césped, una superficie en la que pensaban no podía jugar. Fue la apertura para que un aluvión de aficionados se largara a la práctica del deporte.
Ese hombre hoy cumple 66 años y estoy seguro mira con orgullo aquel 1977 en el que tanto momentos felices nos dio a quienes amamos el querido deporte blanco.
Su primer hito fue ganar Roland Garros y luego, el 11 de septiembre de 1977, momento que tuve el privilegio de presenciar, venció a Jimmy Connors en la final del Abierto de EE. UU, ganando uno de los torneos más prestigiosos del mundo.
Yo tenia 27 años y un tío y otro amigo me invitaron a Nueva York a ver a Vilas en el US Open. Parecía una locura, no eran momentos en los que se viajaba como se lo hace hoy en día. Pero el fanatismo superaba todo e iniciamos el viaje lleno de sueños.
El estadio de Forest Hills albergaba 12.600 personas, la mitad de las que hoy alberga el Arthur Ashe, en Flushing Meadows. Vilas ya era famoso, los amantes del tenis querían ver a “la máquina de 1977”.
Ganaba partidos y avanzaba. Tiriac no le perdía pisada. Björn Borg ya estaba afuera y quedaba como gran escollo el ídolo local, Jimmy Connors.
La TV no llegaba fácil a Argentina y justo estaba la pelea de Carlos Monzón. Televisión blanco y negro, el color hacía poco que estaba en USA
No éramos más de 20 Argentinos en la cancha, el tenis no era aún tan popular y las comunicaciones no eran tan fáciles como ahora.
3 cosas no olvidaré jamás de aquella final en la que Vilas ganó:
Imborrable momento para la historia del tenis Argentino. Inolvidable momento para mí. A partir de ese momento histórico para el tenis argentino, en 1978, el US Open cambió de superficie. ¿Lo habrán hecho para favorecer el tenis norteamericano? Nunca lo sabremos.
Gracias Guillermo por tantas alegrías y gracias a mi madre que me hizo amar tanto este deporte.
Recordemos algunas de sus geniales frases:
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