El topless es una tendencia a la baja. Lo que en los años 60 y 70 se consideraba un movimiento liberador para las mujeres, hoy es rechazado por las generaciones más jóvenes. Mientras en Instagram se busca normalizar el busto al descubierto a través del movimiento #freethenipple, la playa está dejando de entenderse como el espacio donde reivindicarlo.
El abandono de esta tendencia es claro en uno de los lugares donde, en algún momento de su vida, la mayoría de las mujeres lo adoptaba con total naturalidad: Francia.
Hoy sólo hacen topless el 19% de las francesas, mientras que en 1984 lo practicaba el 43%. Hace tres décadas hacer topless era una tendencia muy habitual, reivindicada por iconos como Brigitte Bardot, a quien hoy solo siguen las mujeres de 50 y 60 años. Según refleja el último estudio de Ifop, la caída del topless es constante: en tan solo tres años han pasado de practicarlo el 29% de las francesas a tan sólo el 19%.
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Pero esto no es algo novedoso, sino algo que se viene observando desde el 2010 en adelante. En 2009, este artículo de la BBC ya advertía del cambio de tendencia y alegaba que el nuevo patrón de comportamiento se debía a que las mujeres jóvenes asociaban cada vez menos el topless a la vieja lucha feminista.
Según el mismo estudio de Ifop, son las menores de 25 años quienes más incómodas se sienten tomando el sol a busto descubierto. ¿Razón? No quieren sentirse observadas por los hombres que puedan mirarlas de forma “maliciosa”, de ahí que un 51% de las encuestadas jóvenes tenga miedo a ser atacada. Es decir, en pleno movimiento #MeToo, donde las mujeres denuncian las prácticas abusivas que viven o han vivido a manos de hombres, una parte teme mostrar su cuerpo en según qué espacios.
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En España nunca fue mayoritario pero muchas mujeres lo practicaban al tomar sol. Y, a diferencia de Francia, el topless sigue vigente en sus playas. El estudio revela que un 48% de mujeres siguen tomando sol sin corpiño, mientras que el resto de los países del viejo continente imitan la tendencia francesa.
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Alemania pasó de un 41% en 2016 a un 34% actual; Reino Unido de un 26% a un 19%; e Italia de un 20% a un 15%. España en los últimos tres años solo bajó un punto.
Por su parte, en países como Estados Unidos tan solo el 11% de las mujeres reconocen haber hecho topless en los últimos años. Sin embargo, su comportamiento responde más a una cuestión legislativa que de voluntad: el 30% de los estados tienen leyes muy ambiguas al respecto, y en un 6% de ellos es ilegal. Pese a ello, según este artículo de a revista Time, “hay cierto grado de libertad” a la hora de hacer topless, aunque la decisión final recaiga en las autoridades.
Al hilo del uso de las redes sociales, este informe de la Universidad de Washington DC habla de cómo las nuevas generaciones se han vuelto más recelosas con la esfera privada. Es decir, a pesar de que comparten su vida en redes, son ellos quienes deciden qué contenido suben y, sobre todo, a quién se lo muestran. El mismo estudio revela que prefieren el contenido de duración limitada como las stories de Instagram a las fotografías que permancen en la feed.
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Por eso, una de las razones que ha hecho que el topless haya caído es la opinión que tienen las generaciones más jóvenes sobre la práctica. La académica y escritora Janine Mossuz-Lavau lo asocia a un cambio de significado: mientras para las mujeres de los 60 y 70 era una muestra de lucha contra el patriarcado, las mujeres menores de 25 años no sienten que mostrar sus pechos en la playa sea algo “liberador”.
Parte de las protestas feministas actuales buscan terminar con las connotaciones sexuales asociadas exclusivamente al cuerpo de la mujer. Y la respuesta a la censura del pezón femenino en Instagram es una batalla más enmarcada dentro de la misma lucha. El hashtag #freethenipple busca que el pecho de la mujer pueda ser percibido en Instagram como una elemento más del cuerpo humano y no como algo con carácter sexualizador.
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