300 prestigiosos economistas reclaman el fin de los paraísos fiscales

Los escándalos “venden”, aunque por lapsos de tiempo cada vez más breves. Los temas importantes no. Las frases son cada vez más cortas, los debates profundos y serios brillan por su ausencia. Todo se derrite como un helado de limón en un día caluroso de verano.

Describimos uno de los puntos críticos del mundo globalizado en el cual vivimos, la incapacidad de los dirigentes, de los medios y de la sociedad (que tampoco se asume como tal salvo en muy aislados momentos) de identificar las cuestiones cruciales para poder debatirlas y, sobre todo, encararlas.

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El ejemplo más reciente fue el escándalo de los “Panamá Papers”, que puso en primera plana uno de los problemas más graves problemas del mundo. Allí la noticia surgió de la magnitud de las cifras, la variedad y notoriedad de las personas involucrados.

Lo realmente importante quedó –al menos hasta ahora- sepultado bajo los nombres de los personajes conocidos, los intentos de uso político y, claro, el deseo ferviente de casi todos los vinculados al poder económico y político –aquí y en el mundo- de que el tema pase cuanto antes al olvido.

Hace apenas una semana, más de 300 destacados economistas de 30 países remitieron una carta pública a los líderes mundiales denunciando que:

no hay argumento económico que justifique la existencia de paraísos fiscales. Los académicos exhortan a acabar con esos mecanismos nefastos de ocultamiento y organización criminal

Firman representantes de las principales universidades del Planeta, como Harvard, Oxford y la Sorbona, y muchos otros de orígenes y pensamientos distintos, entre ellos el actual Premio Nobel de Economía y el último Economista Jefe del FMI.

La carta deja en claro algo esencial que no está en discusión entre los especialistas: los “paraísos” generan gravísimos daños a todos los Estados, a todos sus ciudadanos –a excepción de una minúscula minoría privilegiada y de las mayores actividades delictivas del globo- y, ante todo, a los países más pobres y a los amplísimos sectores social y económicamente postergados de todos los países.

La evasión y elusión de impuestos es la actividad ilegal de mayor volumen a nivel mundial. Es ni más ni menos que el incumplimiento, por parte de quienes más tienen y más ganan, de la obligación básica de contribuir a sustentar las obligaciones del Estado para con sus habitantes. Los paraísos son vitales para estas maniobras contrarias a la esencia solidaria de cualquier sociedad.

Los fondos de la corrupción, del crimen organizado, del narcotráfico, del terrorismo, de los grandes capitales especulativos que no crean riqueza real y corrompen los mercados financieros, circulan en su inmensa mayoría a través de los paraísos. Sin ese verdadero mundo paralelo extraterritorial, el poder de los grandes delincuentes, sean o no “de guante blanco”, se vería acotado de un modo notable y veloz.

El texto es terminante. Pese a tener opiniones dispares entre ellos sobre la mejor forma de organizar los impuestos en el mundo –otra medida fundamental que exige con urgencia la globalización-, los economistas coinciden: “los paraísos fiscales, que permiten ocultar activos mediante empresas pantalla o trasladar los beneficios de empresas que no operan en su territorio, distorsionan el funcionamiento de la economía global“.

El reclamo apunta con dureza y precisión a los mayores responsables por la existencia de los paraísos

El Reino Unido tiene soberanía sobre un tercio de esos territorios de sombras y ocultamiento a punto tal que más de la mitad de las sociedades off shore creadas por el Estudio Mossack Fonseca (la “estrella” de los Panamá Papers) se radican allí.

En rigor, la casi totalidad de los paraísos están bajo jurisdicción –directa o indirecta- de los países más poderosos del mund,o por lo que bastaría la decisión política de la dirigencia de los mismos para concluir en poco tiempo con el problema.

Ante un panorama tan claro y un problema de tal gravedad cabe preguntarse:

¿por qué la carta no tuvo casi repercusión en los grandes medios del globo?

Y, lo que es aún más preocupante, ¿qué ha propuesto –ya que nada ha hecho- la dirigencia de los principales países para encararlo?

 

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