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“El problema de estos chicos es que no saben sufrir” y la oportunidad de aprender

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Hace ya muchos años, un querido médico con el que tuve la suerte de trabajar
solía decir: “Estamos como estamos porque somos como somos”.

La foto de Croacia 3 Argentina 0 nos da bronca, nos pone algo tristes, pero no
nos puede sorprender. En un país agrietado, plagado de egos, qué otra selección podemos tener que una que nos represente desde el caos, la improvisación y la hoguera de vanidades.

Un periodista deportivo (Gringo Cingolani) dice en un conocido programa de
televisión, ahora, mientras escribo: “El problema de estos chicos es que no saben sufrir”. Me paro de mi silla en el comedor de mi casa y aplaudo. Sufre este grupo de jugadores de “empacho de confort”.

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Sufren muchos de nuestros chicos (aquellos que han tenido la fortuna de nacer
en cunas acolchonadas) del mismo mal, producto de generaciones de padres
que taponan y acolchonan el crecer.

Sufren otros (lamentablemente muchos más) hambre y desamparo, los
nadies de Galeano.

Tengo la suerte de viajar por todo el territorio argentino y veo grietas y veo una
geografía maravillosa que no se condice con el cotidiano de muchos de los
argentinos.

Aclaro antes de seguir, no sufro por el fútbol, claro que no. Algo de bronca, algo de pena, y mucho de saber que si tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola, seguro es un perro. Sí sufro y mucho por los pibes con hambre, por la impunidad de muchos
poderosos, pero no por perder un partido.

Pero sí recojo el guante para proponer que aprendamos. Con lo que mueve este juego pasión en nuestra historia, ojalá sirva para pensar y aprender… Al borde de quedar afuera reproducimos un mal de época: todo atado con alambre, todo a las corridas, todo improvisado: el vestuario argentino es un cabaret (como aquel histórico de Boca); el técnico es convocado cuatro fechas antes de terminar las eliminatorias; la dirigencia del fútbol argentino es vergonzosa e impune; y tenemos un arquero que está en su puesto porque “maneja bien sus pies…”

“Me dijeron que en el reino del revés, nada el pájaro y vuela el pez”, decía María Elena Walsh… Y no hay mucho más que decir…

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Ojalá aprendamos, ojalá (y pido disculpas por ésto) no clasifiquemos. O sí: no sé muy bien, pero me asusta que, si clasificamos y este equipo renace de las cenizas y se llena de “héroes”, no aprendamos. Y no sé si quiero. Aprender que lo que hacemos tiene consecuencias y quizá tengamos allí la oportunidad de cambiar en serio.

Me dedico a los vínculos, y en especial a las relaciones padres-hijos. Me canso de repetir que no les enseñamos a nuestros chicos a sufrir y que eso está saliendo carísimo para ellos, primero, y para la sociedad toda después. Y este equipo, esta selección de millonarios precoces, no transmiten nada de ésto que es clave para progresar. Nada de dejar el alma en la cancha, nada de transpirar la camiseta hasta que falte al aliento, nada de eso. Por el contrario, veo jugadores de brazos caídos y un montón de gestos que no entiendo.

Así como hace unos años escribí en Buena Vibra una nota a corazón abierto cuando cuestionábamos a Messi por no haber metido aquel penal en la copa América, hoy veo un ídolo desconcertado y desconcertante… Ese gesto de inclinar la cabeza y taparse los ojos y masajear la frente mientras sonaba el himno, el paso cansino, la resignación quizás y -aventuro una hipótesis osada-, el desafío de remar desde abajo situaciones adversas nos entrega un ídolo que angustia.

A ver si entendemos que tenemos mucho por aprender, que no somos los
campeones del mundo en casi nada… Aunque nos duela el ego, aprendamos. Porque si no aprendemos, no salimos más

Escuché hace un tiempo que en un país nórdico, en época de comicios, los
candidatos de diferentes partidos políticos se reunían alternadamente en casa
de cada uno de ellos. Trabajaban sobre un protocolo de gobierno que aplicaría quien gobernara, almorzaban juntos, cantaban el himno, se daban un abrazo y ya. No importaba demasiado quién ganara porque todos sabían y entendían que el país necesitaba de todos. Y que todos aportarían su parte con madurez y generosidad.

Qué lejos estámos, qué lejos.

Necesitamos que las grietas cicatricen, necesitamos grandeza. A un paso de quedar afuera del Mundial, ojalá aprendamos. Ojalá.

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