Hablamos de la Generación de Cristal cuando nos referimos a los jóvenes y adolescentes de la actualidad. Los caracteriza una gran sensibilidad frente a toda situación que les pueda impactar negativamente, casi como si fuesen personas frágiles que se pueden romper.
La gran duda es por qué estos jóvenes son diferentes de los nacidos antes del 2000. Muchos especialistas aseguran que una de las grandes causas puede estar relacionada con la sobreprotección de los padres.
Cuando los padres sobreprotegen a sus hijos, lo hacen con las mejores intenciones, no quieren que sufran ni corran riesgos. Pero, ¿verdaderamente ayuda en el desarrollo personal, protegerlos de todo?
Ni padres ni madres quieren que sus hijos sean unos bebés eternos que al momento de salir al mundo se choquen con un montón de barreras y obstáculos que le son desconocidos.
Esto mismo les provoca frustración que con el tiempo se traslada a problemas como la sobre exigencia, ansiedad o depresión.
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En su mayoría, los padres tienden a preferir sufrir ellos en vez de que tengan que pasar por algo angustiante los hijos. Pero de a poco hay que mentalizarse con que uno tiene que acompañarlos en esas caídas, en los dolores, pero no quitarles la experiencia, porque finalmente, eso es lo que los va a hacer crecer como personas seguras y fuertes.
Algunos incluso llegan a decir que lo más difícil de ser padre es esto: dejar que lo que tenga que pasarles suceda sin su intermediación, que lo que tengan que sufrir sea parte de su vida.
Igualmente, esto no significa dejar que les pase de todos y dejarlos completamente solos para que se arreglen por su cuenta. Hay que encontrar un equilibrio, ni cumplir con un extremo ni con el otro
Esto último quiere decir que como padre uno los tiene que acompañar, de a poco ir soltándolos, que se enfrenten con el mundo real. Si se caen y si sufren los van a acompañar, abrazar, pero no se les puede evitar esa situación y tomarlo como algo propio.
Hay que intentar que encuentren la felicidad, las cosas que los apasionen pero siempre teniendo en mente que durante el camino los hijos se chocan con obstáculos y esto es totalmente normal, es el paradigma de la vida.
Es una de las tareas más arduas que tienen los padres, pero debemos entender que “sin sufrimiento no hay crecimiento”. De nada sirve enfatizar este carácter de cristal y fragilidad en los jóvenes.
Primero lo que se debe hacer es desde chiquitos ir enseñándoles lo que es la responsabilidad, la capacidad de decisión y de gestión del dolor. A medida que van creciendo, esas herramientas que se les da las incorporan más y esos son los momentos en los que hay que dejarlos volar.
Hay algo que es fundamental recordar: los hijos nos necesitan de una manera cuando son pequeños, y de otra cuando crecen
Capaz algo que sirve para contrarrestar el sufrimiento sea darles a lo largo de su vida momentos de vivencias esenciales, como si fuera un diccionario de cómo manejarse en distintas situaciones.
De esta manera los dejamos ser, amortiguamos su dolor y haremos que nos tengan en su recuerdo
Cuando los psicólogos preguntan a los jóvenes cuáles son los primeros recuerdos que tienen con sus padres, las respuestas suelen ser cosas como: “el primer asado que hice de la mano de mi papá”, “ir a visitar a mi abuelo a su negocio y ayudarlo a atender a la gente”, y cualquier tipo de recuerdos similares que tienen un valor sentimental.
Que tus hijos te conozcan en un 100%, que sepan cuál es la esencia de su papá, de su mamá. Compartí con ellos tus pasiones, el club de fútbol del que eres fanático, la música que te gusta, tu hobby y otro tipo de actividades que además puedan compartir y disfrutar entre los dos.
Los hijos viven pidiendo cosas materiales, celulares nuevos, ropa y demás pero estas cosas no son las que los van a ayudar a crecer, no son tampoco cosas que verdaderamente necesiten. Por eso, muchos padres suelen darles estas cosas para resolver caprichos, pero se olvidan de darle lo que precisan, tiempo juntos, amor, educación, acompañamiento.
Cuando salen al mundo juntos y tu hijo empieza a socializar y se siente intimidado, déjalo ser, no quieras amortiguar ese nerviosismo o miedo. Ayudémoslos a crecer, que se empiecen a enfrentar a la sociedad de a poco.
Tampoco obliguemos a que los jóvenes hagan algo que realmente les cuesta, tampoco los comparemos con nosotros mismos. Diferenciemos nuestros deseos y proyecciones de los de ellos. Ayudemos a que encuentren lo que los hace feliz, su vocación y desde ahí los acompañamos.
Esto es quizás lo más difícil, es el punto clave que distingue entre tener un hijo de cristal o uno fuerte y seguro de sí mismo. Hay que evitar que los chicos crezcan rodeados de algodones donde los padres les facilitan todo. Una vez que se empiezan a chocar con cosas, van disminuyendo su fragilidad y se convierten en adultos fuertes y preparados para afrontar cualquier cosa.
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