Las vacaciones suponen cambios en muchos hábitos, y la alimentación no es excepción. Ya no hay que pensar más en las viandas para la escuela. Para muchos puede ser un alivio; para otros, una nueva preocupación.
Cuando los chicos tienen mucho tiempo libre y están aburridos, las pantallas se convierten en una tentación demasiado atractiva. Y comer pasa a ser una tarea automática.
Frente a la pantalla se come sin registro. Es por eso que durante el receso la alimentación de los chicos se convierte en un nuevo desafío.
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La buena noticia es que si les proponemos actividades divertidas que impliquen movimiento y aire libre podemos ayudarlos a combatir no solo el aburrimiento sino batallar contra el sedentarismo y el hambre emocional.
El consumo de alimentos altos en calorías y grasas sumado a la tendencia sedentaria se fija muy temprano como patrón de comportamiento en la vida de los chicos. Lo más grave es que estas conductas se arrastran a la adultez. Por eso ocuparse temprano es no tener que preocuparse en el futuro.
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Los adultos, sobre todo los padres, son los que creamos el ambiente en el cual se crece y se come. Debemos transmitir conocimientos en nutrición, ejemplificar con nuestro estilo alimentario y con el medio ambiente que construimos en casa. Los padres somos, en última instancia, los arqueros nutricionales de la familia. De hecho, se ha demostrado que el mejor predictor de consumo de verduras y frutas de los chicos es el consumo de éstas por parte de los padres.
El relax de vacaciones no tiene por qué transformarse en pasividad ni comida chatarra
Es importante que los chicos vean a sus padres comer en un clima relajado, que los vean comer variado, que los vean disfrutar de la comida (y no que los vean comer con culpa o temor por ganar unos kilos). También es un buen ejemplo que los vean practicar algún deporte o pasar el tiempo de ocio en actividades al aire libre.
Siempre insisto sobre la importancia de armarse un “ambiente seguro” para no comer demás. Para cuidar a los más chicos es fundamental ser cuidadosos con los alimentos que tenemos en casa. Es decir, que haya sólo lo que se va a comer hoy y comprar en el supermercado únicamente lo que se necesita. Tener de más puede llevar a comer de más.
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Otra buena idea es cocinar con los chicos, preparar comida casera y que ellos se involucren en el proceso. Eso genera chicos que eligen más variado y saludable.
En el verano, lo ideal son las frutas y verduras de estación, más frescas y económicas: son ricas en vitaminas y tienen agua, que ayuda a mantenerlos hidratados cuando hace calor.
Más allá de la comida, también es importante aprovechar los días cálidos para motivar a los niños a moverse. Incluso si los padres trabajan, como en verano los días son más largos pueden salir juntos a caminar un rato a la nochecita; jugar un partido de fútbol en el parque o, por qué no, ir a nadar a alguna pileta cercana.
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Hasta poner música y bailar en familia puede ser divertido. Como ven, el relax de las vacaciones no tiene por qué transformarse en pasividad, aburrimiento y exceso de comida sino que es una oportunidad para sumar hábitos saludables a la familia.
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