“Si antes las relaciones eran difíciles, ¿cómo mierda hacemos ahora en pandemia y con restricciones horarias? Tenés que tener una primera cita con barbijo, salvo que vayas a una mesita en un bar afuera que ya te cagás de frío. Y si cuando se saca el barbijo no te gusta lo que hay debajo de la tela, no hay devolución. A las ocho de la noche, que es cuando terminás de trabajar, la onda es encontrarte en una plaza, es una pesadilla. Yo le pongo onda pero me parece que me muero soltera”.
Una mujer de 35 años, mucho sentido del humor y una esperanza cada vez más complicada por la coyuntura y los viejos fracasos. Mi sugerencia es que haga stand up y que no baje los brazos, que a pesar de todo, Covid incluido, Cupido sigue trabajando.
En pandemia, formar y romper parejas también adquiere características particulares
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Conocer a alguien en pandemia
Con barbijo, pero sigue. Y está claro que al lado de ocupación de camas de terapia intensiva, muertes por covid y personal de salud colapsado, este es un tema absolutamente menor, pero no deja de ser importante para aquellas personas con ganas de conocer al amor de su vida, o al menos a alguien con quien comenzar una historia bonita.
Cupido en pandemia está preocupado, su trabajo no es sencillo
Separación en pandemia
Marcela se separó en el verano del 2020, sus vacaciones en familia fueron el detonante y cierre de su matrimonio de 13 años. Dos hijos pequeños, y como a todo el mundo, la pandemia la marcó y la marca. Su primer año y meses de separada fueron en contexto pandémico.
Esto implica muchas cosas. Por un lado, no ha tenido oportunidad de dimensionar como sería su nueva vida porque esta “normalidad” la atraviesa. Por otro, una cercanía con su ex mucho mayor que la esperable porque tenían que hacer tándem para poder paliar las adversidades del confinamiento.
Después de meses duros de tristeza y duelo se siente en condiciones de conocer a alguien. Y lo ha intentado. Pero la pandemia no ayuda.
“Siempre dije que no iba a meterme nunca con las apps de citas. Soy de otra generación, creo en el cara a cara, en conocer gente en el ámbito de una actividad, o simplemente por casualidad. Iba a empezar teatro, coro, porque me gusta y era una posibilidad para conocer gente nueva y también hombres. Pero, ¿por zoom? No… Tengo que terminar en Tinder, y la paso tan mal ahí. Me siento una imbécil, como si estuviera eligiendo colores para pintar mi casa”
Está lidiando con esta realidad, y ya volverán las presencialidades pero, mientras tanto, las dificultades se amontonan. Objetivamente difícil, pero no imposible.
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Sin sabor del encuentro: pantallas como escudos
Quiero hablar de algunas cuestiones que venían atravesando los encuentros y las parejas antes del covid. Existía otra pandemia que no ocupaba la primera plana de los medios: la pandemia de soledades.
En la era de la hiperconectividad el encuentro con el otro se había tornado complejo, muy complejo. La virtualidad propiciaba una modalidad absolutamente libre de compromisos y en modo multitask. Simultáneas de ajedrez, pero en las relaciones humanas.
Las apps propician cierto anonimato y la posibilidad de la conquista a través de las mismas, lo cual es mucho más despersonalizado y aliviador de los temores que la hermosa dificultad del frente a frente, con ojos de verdad que se enfrentan y no monitores o emojis.
Yo afirmo, sin dudarlo, que el encuentro con el otro es sencillo, lo hacemos complejo por miedos, y la tecnología es la muleta que utilizamos para contrarrestarlo
Al escuchar estas palabras, muchos pacientes me miran y dicen: “Claro, ¡desde tu sillón es todo muy sencillo!”
Y refuerzan su descreimiento con afirmaciones del estilo de: “Ya no hay hombres”, “¡quién entiende a las mujeres!”, “yo no quiero compromisos”.
Y digo, en tiempos normales, se trata solo de levantar la mirada y perder los miedos, o al menos enfrentarlos.
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Un buen ejemplo me lo dio una joven paciente que, frente a mis intervenciones, solía encogerse de hombros como dando cuenta de lo imposible de la misión que le encomendaba cuando la alentaba a atravesar la barrera de su temor, con el fin de animarse a intentar una “historia de amor”, cuestión que, por otra parte, era uno de sus más fervientes deseos.
Un día entró al consultorio con la sonrisa en su rostro, contándome feliz: “Tenías razón, era sencillo. Salí a correr por el parque, al que voy todos los días, pero te hice caso y levanté la mirada, saqué mis ojos de las baldosas. Un chico que corría en la misma plaza se me acercó. Pensé en ir hacia el otro lado, pero me quedé. Conversamos un buen rato, tomamos algo juntos, y me dijo: “Yo vengo mirándote hace mucho, pero vos no levantabas la mirada del piso. ¡No había manera de acercarme!”.
Tan fácil como salir al mundo, sostener la mirada resistiendo el impulso de presionar el botón de eyectar, y dejar que la situación fluya, sin poner más reparos que los del sentido común y los cuidados razonables cuando estamos con un desconocido.
Vamos sumando miedos a medida que crecemos. Los niños lo hacen más sencillo, no tienen tanto miedo. Observemos la manera en que los pequeños de cuatro o cinco años se acercan a un par: con mucha naturalidad, uno le pregunta al otro: “¿Jugamos juntos, querés ser mi amigo?”.
Sin embargo, a medida que crecemos, sumamos temores y complejizamos aquellas situaciones que, por default, no presentan mayor complejidad
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En estos tiempos que corren, podemos plantear que los mecanismos que en las apps pululan para facilitar los vínculos entre las personas son una respuesta a una dificultad preexistente y, además, consolidan los obstáculos que se ponen en juego desde el temor a ese contacto directo con el otro. Lo paradójico es que la conexión desde las pantallas es tan fácil que, creo yo, atenta contra la iniciativa de establecer vínculos con el afuera.
El encuentro con el otro asusta, y mucho
Historias felices
Historias felices en pandemia, también las hay: su novia quedó “atrapada” en su país. Tenían una relación a distancia. O la tienen, mejor dicho. Pero los vuelos se suspendieron y todos los planes juntos se derrumbaron. Ella tiene hijos grandes, él no tiene hijos.
Las pantallas eran el único punto de contacto, pero no alcanzaba y pasaban los meses y los pasajes se vencían porque la pandemia iba cada vez peor.
Hasta que decidió emprender la aventura. Cargó su auto con lo necesario y emprendió viaje: 4.300 kilómetros, 12 días de travesía y ahí está, con su oficina virtual y el amor a su lado.
Reafirmaron en este contexto las ganas de verse y estar juntos más allá de la adversidad.
Son tiempos complejos, y complejo también es perder los miedos, ser creativos y no dejarse abatir
“Nuestra primera cita fue un picnic en Plaza Francia un domingo al mediodía. Barbijos, distancia, sandwichitos de miga y mates por separado. En un momento dijimos: “a la una, a las dos y a las tres” y nos bajamos los barbijos. Me encanto lo que vi, y creo que a él también. Tardamos mucho en el primer beso, el contagio nos asustaba. Los dos trabajamos en salud así que estamos vacunados. Y hoy es una parte re linda de mi vida. Más original no pudo haber sido el inicio, ¡pero el amor le gano al covid!”
Tiempos complejos estos, tiempos complejos los de antes.
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Pero ayer, hoy y siempre la fórmula es:
- Ser creativos y flexibles.
- No dejarse abatir por los obstáculos que la realidad nos pone.
- Intentar lo antes posible salir de las pantallas para poder pasar al plano del encuentro (el que la coyuntura permita).
- Perder y soltar los miedos, en el amor se sufre, pero ¿qué sería la vida sin amor?
- Ser cultores del humor en tiempos difíciles, el amor y el humor nos salvan.
Escribo esta nota mientras el presidente de mi país está por anunciar un nuevo confinamiento por el crecimiento de casos de covid en todo el territorio. Son tiempos muy duros, dolorosos y adversos. Pero no debemos perder la esperanza ni el horizonte que existe más allá de estos tiempos en los que deberemos aprender mucho para lo porvenir.
Y Cupido seguirá haciendo de las suyas, porque el amor es más fuerte, como decía Tanguito. Y justamente por que pasa lo que pasa, porque no somos inmortales, entonces vivamos, sin miedos, sin tapujos. Vivamos.
- Por Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de No huyo, solo vuelo: El arte de soltar a los hijos, Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres.
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