La adicción de las cirugías es un problema que se repite entre los famosos, pero siempre preocupan y llaman la atención. Felipe Pettinato, de 24 años, contó en un programa de televisión que sufre un trastorno de atención y que se hizo 7 cirugías para parecerse a su ídolo, Michael Jackson. “Me operé siete veces la nariz, pero no estoy todo operado. Lo lamento. No conozco el botox, no conozco nada más. Soy joven y aprendí a ponerme maquillaje. Pero eso es todo”, contó.
Las obsesiones pueden llevar por un mal camino. Bien lo explica Facundo Manes, al aclarar que no es un tema de voluntad, sino que las adicciones “secuestran al cerebro” y uno pierde la capacidad de control.
El joven, que tuvo que ser internado para subir de peso tras dejar de comer por ser flaco como Michael Jackson, también habló de su padre, Roberto Pettinato. Un tanto nervioso y con cierto sarcasmo, afirmó: “Estoy bien con mi padre. De hecho, ayer mi padre me tiró el tarot”.
En tren de confesiones, Felipe reveló: “Padezco… no padezco ninguna de las enfermedades que me tiran en Twitter, pero sí tengo trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Yo demando atención, y con mi padre es lo mismo. Los pacientes con ADD (N del R: sigla de la enfermedad en inglés) somos impulsivos a veces. Yo soy extremadamente pacífico, y mi padre es extremadamente ácido”.
Para dejar en claro la naturaleza de su vínculo de amor y odio con su papá, Felipe bromeó: “Quería aclarar que está todo bien. Con mi padre nos llevamos pésimo, lo detesto… pero bueno (sic)”.
Felipe Pettinato arrancó a los 19 años, con una cirugía en la nariz y después no paró. “Amo a Michael y me operé para ser igual a él”, comentó. “Mi viejo estaba como loco. Me decía que si no me operaba me regalaba un departamento, un auto, lo que quisiera. Pero yo me mantuve firme y decidí hacerme la operación”, contó.
No es el único famoso que termina transitando este camino de “autodestrucción”, que pone en riesgo su salud y genera mucho sufrimiento psíquico. Muchas celebridades han tenido intentos fallidos de detener el paso del tiempo. El dolor que esconden, la baja autoestima, no sana en el quirófano.
“Cuando se habla de adicciones, la mayoría de las personas piensan en drogas y alcohol. El abuso de sustancias es una de las dependencias más comunes, sin embargo, las adicciones pueden manifestarse de otras formas y bajo otras condiciones. Una adicción muy grave que suele pasarse por alto es la adicción a la cirugía plástica. La adicción a la cirugía se engloba dentro de las adicciones conductuales o de proceso. Una persona que padece una adicción conductual es adicta a un comportamiento específico, a pesar de las consecuencias negativas aparentes”, dice el doctor Julio Terrén, Cirujano Plástico y Doctor en Medicina.
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A diferencia de los drogadictos, que sufren una adicción química, los adictos a la cirugía plástica experimentan una obsesión mental que les empuja a modificar sus cuerpos y sus aspectos faciales hasta la deformación. “Normalmente, proviene de inseguridades subyacentes y de deseos por conseguir un aspecto determinado para adaptarse a un ideal de belleza autoimpuesto y que suele alejarse de los cánones estéticos definidos. Estas personas utilizan la cirugía para tratar de superar problemas psicológicos mucho más profundos, a los que difícilmente se puede hacer frente con un bisturí”, agrega el especialista.
En general, quienes sufren este trastorno, tras la cirugía encuentran alguna razón para volver al quirófano y someterse a una segunda, una tercera o una cuarta intervención, y así sucesivamente, en su búsqueda de la “inalcanzable perfección”.
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