Seguimos dejando solos a nuestros jóvenes. Siguen siendo chicos y nosotros, los adultos, no estamos parados en el lugar en el que ellos nos precisan. Plantea que estamos dejando a los adolescentes en la cornisa.
Alejandro Schujman habla sobre la relación de los adultos con los adolescentes planteando que:
“La cornisa de tóxicos y descontrol es el resultado de nuestras ausencias como cuerpo social”
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Me preguntaba una madre con lágrimas rodando por sus mejillas. “¿Mientras tanto qué hacemos?”. Por qué todos toman, muchos fuman marihuana, en las fiestas de 15 si no hay alcohol hacen boicot y no van. Las cosas son así, en las fiestas de egresados no hay manera de controlarlos, vos decís que va a llevar tiempo cambiar esto, ¿y qué hacemos mientras tanto?”
Me lo decía con un nudo en la garganta, con 300 padres que la acompañaban en la ciudad de Bolívar. Mi respuesta fue: “Mientras tanto armen redes, no bajen los brazos, levántenlos. Miren a los chicos a los ojos, porque los hijos dan señales y piden ayuda. Mientras tanto no negocien con la salud de nuestros chicos. Mientras tanto no los dejemos solos. Mientras tanto recuperemos el control que como cuerpo social hemos perdido”.
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Pasó un año ya desde aquella nota que tanto impacto generó, sobre fiestas de egresados y chicos coqueteando con la muerte con autorización firmada de los padres. Tuve llamados de oficinas gubernamentales para armar estrategias conjuntas, y confieso que he perdido algo de mi tiempo en reuniones que a ningún sitio llevaron finalmente.
Tuve mensajes de empresas organizadoras de fiestas de egresados que me querían explicar que ellos tomaban todos los recaudos posibles, pero la verdad es que un año después nada ha cambiado o, peor aún, la situación se ha agravado.
Pasó un año más y los padres siguen desconcertados, los chicos siguen coqueteando con la muerte y caminando por la cornisa cada sábado a la noche al borde del coma alcohólico, cada fiesta de egresados trasgrediendo todas las normas posibles. Y las normas, ante la imposibilidad de ser cumplidas, se corren y se quitan.
Pero voy a dar una buena noticia: los chicos están pidiendo ayuda a quien pueda y quiera oírlos
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He dado en este año casi 100 charlas en diferentes puntos del país a las que asistieron miles de chicos. Hablo sobre proyecto de vida, prevención de consumo de alcohol y drogas, hablamos de la vida, hablamos de cuidarse, hablamos del lugar de los adultos.
Y los chicos piden ayuda, no se sienten bien, y lo dicen, lo gritan, nos tiran el humo en la cara y los vapores etílicos. Veamos nosotros que hacemos con ello.
Los chicos dicen -lo digo una vez más- y en letras de molde: que se sienten solos
En una charla en el mes de junio en Quemú Quemú, una pequeña localidad de la provincia de La Pampa, con 300 chicos de colegios secundarios como interlocutores se me ocurrió preguntar:
-¿Qué darían ustedes por un amigo?
– La vida: fue la respuesta inmediata.
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Les digo que no hace falta tanto, les propongo armar redes y ser agentes multiplicadores, y trabajar para que ningún chico se muera de un coma alcohólico, para que ningún chico se muera de una sobredosis.
Y si hay adultos que se plantan en el lugar de cuidarlos y darles un espacio saludable ellos lo toman, toman los espacios en lugar de tomar sustancias. Afortunadamente, tenemos la palabra. Y los chicos piden ayuda, nos piden límites.
“Que hagan cumplir la ley, soy menor de 18 años, no puedo tomar”, escribió un muchachito en una charla. ¿Precisamos más?
Los adultos dicen:
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Y digo en relación a este último punto que los chicos saben mucho sobre marihuana pero saben solo una parte, saben que los efectos son placenteros, saben que tiene uso medicinal, pero no saben que mata neuronas progresivamente, que puede generar psicosis tóxica (esto una alucinación crónica inducida por el consumo del tóxico), que les incrementa enormemente la apatía (abulia, desgano), que les impide un desempeño normal y un rendimiento escolar entre tantas otras cosas.
No saben muchas cosas y les digo por qué: porque siguen siendo chicos, sencillamente. El trabajo de los padres es poner límites. El de los hijos intentar romperlos
Si entendemos esto, entendemos todo, y si ponemos límites no nos van a dejar de querer, sólo se enojarán un tiempo y tendrán dos trabajos (como decía mi tía Graciela) enojarse y desenojarse.
Las recetas no son sencillas, porque son muchos años de instalada una cultura en donde se naturalizó el disparate. Pero cuanto antes comencemos más sencillo será. Y en cada caso particular, cuanto antes arranquen los padres a gestionar lo saludable y a poner límites en la crianza de sus hijos también más fácil será.
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Los padres debemos formar redes de padres: bloques de adultos decididos, formadores de agentes multiplicadores.
Cuando me decían “en todas las fiestas de 15 hay alcohol”, yo preguntaba “¿y quién compra el alcohol? ¿O los chicos de 15 años trabajan y compran sus propios suministros etílicos?”. El alcohol lo compran los padres, entonces, si todos los padres se pusieran de acuerdo y ninguno comprara alcohol en las fiestas de 15, no habría alcohol y los chicos se divertirían de la manera en que nos divertíamos nosotros cuando éramos adolescentes, en tiempos en que el “todos toman” y el “todos van” todavía no era hit. Y la pasábamos fantástico.
Los chicos hoy tienen la convicción y la certeza de que la única vía y la única ruta hacia la diversión es el consumo de alcohol y sustancias, no imaginan divertirse sin una sustancia que los modifique, y este es el paradigma que tenemos que vencer y que romper.
Si ofrecemos espacios de participación, anclas para la pasión, horizontes que los entusiasmen, si los ayudamos a que formen proyectos propios, entonces el alcohol y el descontrol deja de tener sentido.
La cornisa de tóxicos y descontrol es el resultado de nuestras ausencias como cuerpo social, buscan en esas muletas lo que nosotros dejamos vacante.
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No seamos tibios, estamos dejando a nuestros chicos solos, y con la salud de nuestros chicos no se jode.
Por Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de:
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