Muchas veces tememos que si no limitamos y restringimos algunas exploraciones y búsquedas de nuestros hijos, pueden convertirse en maleducados y distanciarse de eso que llamamos “comportarse como personas de bien”.
Pues bien, podemos quedarnos tranquilos porque a través de nuestro modelo los chicos van a aprender muchas de las cosas que queremos que aprendan sin que tengamos que explicitarlas todo el tiempo, sólo por vernos hacerlas junto a ellos y durante muchos años y a través de los procesos de imitación e identificación.
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Así aprenderán a combinar los colores de la ropa, a salir de casa prolijos y limpios, a no comer con las manos, a vestirse de acuerdo a la ocasión, y miles de cuestiones, para mencionar sólo algunas relacionadas con la prolijidad y la limpieza, en realidad son infinitos los temas en los que esto ocurre.
No se pueden enseñar las cosas por decreto sin afectar seriamente la iniciativa, la creatividad, la imaginación y hasta incluso la autoestima de los chicos
Nuestros hijos combinarán entonces el modelo que les presentamos con su experiencia personal para construir sus identidades personales. No se pueden enseñar las cosas por decreto (“quedate quieto”, “no te ensucies”, “sacá la mano”, etc.) sin afectar seriamente la iniciativa, la creatividad, la imaginación y hasta incluso la autoestima de los chicos.
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Principalmente porque son propensos a llegar a la conclusión de “debo ser poco valioso porque a mí sí me interesa saber, ensuciarme, tocar lo que no debo, etc. y a mi mamá le parece mal”.
La madre es la figura de apego y por lo tanto referente principal para sus hijos, por lo que sus actitudes, gestos y palabras les van a dar información desde muy chiquitos acerca de ese mundo que está al alcance de sus manos y que ellos están listos y preparados para investigar.
Por eso, es importante que la madre se flexibilice, en primer lugar para ampliar el modelo que ofrece, pero también para no inhibir a los niños con sus reacciones, caras, gestos, ante los ensayos de los hijos en pro de conocer y apropiarse del entorno.
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De todos modos, esto no significa que todo lo que hagan los chicos se relacione directamente con las actitudes de su mamá, de hecho con una misma madre podemos ver niños muy creativos, investigadores, curiosos y otros que preguntan todo y que no se animan a probar desorden o suciedad.
No todos son igualmente observadores o influenciables, pero sería ideal que las rigideces de la conducta de nuestros hijos sólo tuviera que ver con sus dificultades personales, sin que les agregáramos las nuestras.
Porque, por ejemplo, una mamá temerosa va a transmitir con su cuerpo, cara y gestos que muchas cosas son peligrosas. “No toques”, “no subas”, “no te acerques”; y sin darse cuenta irá inhibiendo la natural curiosidad y los deseos de investigar de su bebe.
Y una mamá obsesiva, excesivamente limpia, ordenada o prolija, probablemente también interfiera por demás en las investigaciones de sus hijos.
Al trasladar a nuestros hijos nuestras rigideces personales y prejuicios, achicamos la ventana por la que ellos se acercan al mundo
De todos modos, aún la mamá más libre va inhibiendo a sus hijos en sus investigaciones, muchas veces es importante que lo haga. Más que nada para que no toquen a otros ni dejen que les toquen las “zonas privadas”, o para que se laven las manos cuando salen del baño, para que no coman tierra, para que pinten con témperas en la mesa de la cocina (y no en el comedor), etc.
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Pero en muchas ocasiones podría callarse sin que haya consecuencias serias: “no toques” (los objetos fascinantes que mamá sí toca en los negocios), “no te ensucies”, “no metas la mano”, etc.
Aún a las mamás más relajadas y flexibles les cuesta, por ejemplo, llevar a su chicos cómodos (y no tan lindos) a un cumpleaños infantil, a veces por no desentonar, otras por no ofender a la mamá del cumpleañero, porque están “jugando a las muñecas” con sus hijos.
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Nos atenemos, muchas veces automáticamente y sin elegirlo, a un código sociocultural y consideramos por ejemplo que el barro es sucio, cuando en realidad puede resultar fascinante si nos animamos a vencer nuestra resistencia interna a tocarlo. Es decir aquello que aprendimos cuando éramos chicos probablemente relacionado con no tocar las heces.
Sin ir tan lejos, mojarse debajo de la lluvia torrencial es una experiencia inolvidable que nos cuesta hacer y permitir a los chicos. Y así, sin darnos cuenta vamos anestesiando la creatividad, la curiosidad, la imaginación, las investigaciones y por lo tanto los descubrimientos, la determinación y la confianza en sí mismos de nuestros hijos, en sus deseos, en su mundo interno.
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Son paradigmas, modelos que tomamos como leyes pero no siempre lo son, que tenemos que revisar antes de poder cambiarlos. Porque eso es lo que hicieron nuestros padres con nosotros y nuestros abuelos y bisabuelos, y es lo que estamos acostumbrados a hacer. Nos enseñaron a estar y a permanecer limpios, como un valor importante, por respeto a otros, etc.
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