Es cierto que sobre gustos no hay nada escrito, pero sin embargo, ciertas tendencias de mercado parecieran indicarnos cuales son los placeres más refinados a la hora de sentarse a comer.
Y esto podría ser específicamente cierto cuando se trata de quesos, un universo de sabor demasiado extenso como para conocerlo a fondo siendo apenas un comensal “amateur” de estas delicias lácteas. Por ello, compartimos aquí una guía con los “mejores quesos del mundo”, para no perdernos en la vasta inmensidad de góndolas virtuales de la galaxia quesera.
Existen varios criterios para distinguir los quesos. Uno es por el tipo de leche utilizada (de vaca, de cabra, de oveja…) o si se trata de leche cruda o pasteurizada. También se puede distinguir por tipo de elaboración, grado de maduración y hasta por época del año en la que se produce un queso. Sin embargo, la distinción más utilizada es la que se basa en, por así decirlo, la “cantidad de humedad” presente en cada queso”.
El proceso de elaboración de un queso consiste a grandes rasgos en separar la parte sólida (la cuajada) del líquido (el suero). Éste es el mismo proceso que se repite desde los orígenes de la fabricación del queso. Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuando se hizo queso por primera vez, se cuenta que éste se produjo por accidente hace miles de años, cuando un pastor nómada transportaba en su caballo una alforja llena de leche.
El calor del sol, el movimiento al cabalgar y las enzimas naturales de la alforja, hecha con tripas de animal como era costumbre, causaron la fermentación de la leche, que se convirtió en cuajada y suero.
Los quesos frescos, como la Mozzarella, son los más suaves y “húmedos”. Luego están los de corteza blanda y aterciopelada con una textura cremosa, como el Brie. El Époisses francés o la Torta del Casar son los así llamados de corteza lavada y semitiernos. Finalmente están los quesos azules y los quesos duros, como el Parmigiano o Reggiano.
La nueva estrella de la gastronomía internacional está hecho con leche de cabra que tiene un sabor “muy picante” y una textura “crujiente”. Es azul, es noruego, se llama Kraftkar y es el mejor queso del mundo. Lo estableció la última edición del World Cheese Awards que es el mayor certamen dedicado exclusivamente al queso.
El Kraftkar se produce de manera artesanal en la pequeña granja familiar de Tingvollost. Su textura desmenuzable, su sabor suave y el perfecto desarrollo del moho son algunas de las razones que han motivado la decisión de un jurado compuesto por 266 expertos procedentes de 26 países del mundo.
Comté es un queso francés producido con leche de vaca pasteurizada. Es madurado a la perfección en la oscuridad de las cuevas especiales en las que el queso debe su sabor único, textura y color. Hay varias bodegas de maduración de la región en Comté y se madura durante un mínimo de 4 meses a 18 o 24 meses.
Considerado uno de los mejores quesos del mundo, una cuña de Comté revela un interior de color amarillo pálido y una textura que puede variar de seda, flácida a cristalina. Los principales sabores aromáticos que perduran en el paladar son un equilibrio de manteca y castaña, con un final dulce. Su capacidad para fundir fácilmente hace que vaya bien con muchas recetas.
Este curioso queso se elabora, ni más ni menos que con leche de burra de una raza singular de los balcanes en peligro de extinción. Con un precio de unos 1000 euros/kg, aunque se dice que se ha llegado a pagar hasta 5000 euros, es sin dudas el queso que se ha comercializado de manera sistemática a mayor precio.
Los productores de este queso especial se localizan en una pequeña reserva natural situada en la localidad de Sremska Mitrovica, a unos 80 kilómetros al oeste de Belgrado, llamada Zasavica. En este parque natural la agricultura está restringida a la toma de pasto y heno y no está permitido el uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes químicos.
Es un queso sueco que se elabora únicamente en la granja Älgens Hus (“La casa del alce” en español) ubicada en la septentrional región de Norrland. Christer y Ulla Johansson son los dueños de estas 59 hectáreas en las que tres razas de alces de granja, Gullan, Haelga y Juna, son criadas para la producción quesera.
Su elevado precio se debe a que además de las limitaciones geográficas, el ordeñe de estos animales gigantes (miden 2 metros y pesan media tonelada) se puede realizar solo entre mayo y setiembre, y cada hembra debe ser ordeñada dos horas seguidas. Este manjar se puede probar directamente en la granja: 25 mil turistas por año visitan las instalaciones de los Johansson, donde también funciona un restaurante en el cual probar el queso.
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