Uno de los mayores problemas que observamos en los últimos años los psicólogos especializados en adolescentes es el desconcierto creciente de los padres. Los hijos interrogan, cuestionan, proponen desafíos, y se apoyan en diferentes muletas para animarse a crecer. Y, dos de ellas, la tecnología y las sustancias psicoactivas (alcohol y marihuana a la cabeza), han ganado terreno de manera alarmante.
El contacto cara a cara con el otro, a “alma descubierta”, asusta, y lo tecnológico, los monitores y pantallas, funcionan como escudos para enfrentar los miedos del contacto y, sobre todo, los riesgos de quedar expuesto al rechazo.
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A caballo de estos “puntales”, nuestros chicos se disponen muchas veces a simular una madurez de la que carecen y una desinhibición que anhelan pero no tienen.
Es más tranquilizador decir y pensar “todos lo hacen” que entender que afortunadamente no todos los jóvenes consumen alcohol de forma peligrosa, y mucho menos todos fuman marihuana
Escucho a diario jóvenes y padres, en el consultorio y en mis charlas, hablar del consumo de alcohol y marihuana como si fuera un hecho irremediable en la adolescencia hoy. “Todos lo hacen”, “todos toman” son las frases de cabecera a la hora de justificar y definir este fenómeno. Es mucho más tranquilizador decir y pensar que esto “es así” que entender que afortunadamente no todos los jóvenes consumen alcohol de forma peligrosa, y mucho menos todos fuman marihuana:
– “Yo prefiero comprarle buen alcohol, así no toma cualquier porquería”.
– “En mi casa tengo plantas de marihuana, no sea cosa que mi hijo fume de pésima calidad, ¡vaya uno a saber que le ponen estos delincuentes!”.
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Doy fe, sin ser escribano, que estas frases son frecuentes entre los padres que me consultan.
Para los padres, naturalizar el consumo tiene dos beneficios secundarios. Aliviar la impotencia (la analgesia del “todos lo hacen”) que les genera la situación, y resignarse frente a la imposibilidad de luchar contra molinos de viento… “Es un mal de época…”
La masificación de lo patógeno genera una sensación de normalidad: quien nace con un dedo menos en una de sus manos sufriría menos si todos tuvieron el mismo problema.
En los últimos diez años se ha profundizado el consumo de sustancias en los jóvenes, el crecimiento es geométrico. Vivimos en tiempos de la cultura adictiva, no hay procesos de espera, todo es ya, y las sustancias que tienen efecto sobre el sistema nervioso central generan satisfacción inmediata, desinhibición, placer, alivio al sufrimiento. Claro está que, pasado el efecto de la sustancia, el tóxico ingresado al cuerpo se suma a los problemas que inevitablemente generaron su ingesta.
La falta de objetivos es uno de los principales elementos que dejan expuestos al consumo desmedido de alcohol a los jóvenes
Me animo a afirmar que nadie toma sustancias con el objeto de modificar su estado de conciencia sistemáticamente si su vida es armónica sin ella. Quiero decir: si las cosas están bien, ¿para qué recurrir a una sustancia que modifique ese bienestar? (1)
La falta de objetivos es uno de los principales elementos que dejan expuestos al consumo desmedido de alcohol a nuestros jóvenes. Apasionarse por algo, poder soñar, proyectar, disfrutar del mientras tanto, es clave a la hora de decir NO a la tentación de “resolver” a través la bebida lo que desde lo cotidiano no aparece.
Ellos necesitan que les demos señales y recursos desde que son muy pequeños para que puedan animarse a construir.
La marihuana no es una sencilla y gratuita manera de relajarse: es una sustancia psicoactiva, genera adicción, actúa sobre el sistema nervioso central y, sobre todo, en jóvenes agudiza el síndrome amotivacional que muchas veces tienen, la falta de ganas que es marca de agua de nuestros tiempos.
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No me canso de decirlo: el yoga, los baños de inmersión, salir a caminar o patear una pelota son modos saludables de descarga y cables a tierra. El único humo que podemos meter en nuestros cuerpos sin que haga daño es el del nebulizador…
NO es sin miedo que van a crecer: habilitemos otros rituales, construyamos con ellos, hagamos cultura, que para eso somos los padres
No podemos, no debemos, no nos lo perdonaríamos, como padres, como adultos que somos, negarles y retacearles a los jóvenes el maravilloso y difícil trabajo de intentar ser felices en esta vida. Para ello, debemos ser firmes y consistentes con nuestros principios, enfrentar y dar ejemplo que con la salud, con la de ellos, nuestros hijos, no negociamos…
(1) Del libro “Herramientas para padres” Schujman/Ghedin, Lumen, 2014
- Por Alejandro Schujman, psicólogo especialista en adolescentes. Autor del libro Generación Ni Ni y coautor del libro Herramientas para padres.
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