«Nos faltaba solo que fallara San Genaro», dicen los napolitanos, expresión que recoge en primeras páginas a tres columnas el diario local de difusión nacional «Il Mattino».
San Genaro, el patrono principal de la ciudad de Nápoles, fue un obispo venerado como santo mártir por las iglesias católica y ortodoxa. Es conocido por un “hecho” considerado “prodigio” por la Iglesia, que sucede desde hace 400 años, todos los años en Nápoles y que, según la tradición, consiste en la licuefacción de la sangre del santo.
El antropólogo Niola se expresó de esta manera: «El Maradona de los santos ha fallado un penalti; el fallido prodigio trae inquietud a toda Nápoles».
«El Maradona de los santos ha fallado un penalti; el fallido prodigio trae inquietud a toda Nápoles»
En un año negro que todo el mundo quiere olvidar, los napolitanos, que además han visto morir a su mito Maradona, esperaban al menos el milagro de su patrón San Genaro. Pero esta vez no se realizó la licuación de su sangre que se conserva en un relicario de cristal en la catedral de Nápoles.
Milagro fallido
Con el «no» de San Genaro, ahora «Nápoles tiene miedo», afirma «Il Mattino», que dedica dos páginas al «milagro fallido».
Para el fenómeno de la licuación, la Iglesia habla de «prodigio», pues no es considerado como un milagro
Cuando no se produce ese «milagro laico», los napolitanos temen que sea la señal de un mal fario o pésimo augurio para el año próximo, aunque será difícil que sea peor que el 2020.
La tradición
El relicario con la supuesta sangre del santo, en estado sólido, es sacudido por el arzobispo o un monseñor ante los fieles y se convierte en líquido. Así ha ocurrido casi siempre en las tres veces en que es sacado de su lugar habitual, en una capilla de la catedral: el sábado previo al primer domingo de mayo, el día 19 de septiembre, que es su fiesta patronal, y cada 16 de diciembre.
Este diciembre se intentó dos veces, en la mañana y a las 19:40. Ante la decepción, el cardenal Crescenzio Sepe, que presidía la celebración litúrgica, advirtió que no había ocurrido un drama: «Rezad al patrón, no nos abandonará», dijo el cardenal Sepe.
Es precisamente esta última fecha, el 16 de diciembre, la que nos remonta a un acontecimiento prodigioso, que, según la tradición, salvó a Nápoles de una tragedia por la violenta erupción del Vesubio.
Corría el 1631, cuando el 16 de diciembre, la lava del volcán amenazaba con destruir la capital napolitana. En la mente estaba el recuerdo de la vecina Pompeya, la ciudad romana sepultada por una erupción del Vesubio. Los napolitanos, llevados por el pánico, se encomendaron a San Genaro.
Sacaron en procesión por las calles el busto del Santo que contenía su cráneo y el relicario con su sangre. Imploraban un milagro para que San Genaro detuviera la lava. Así ocurrió. Los arroyos encendidos que descendían por la ladera del volcán, en una marcha que parecía imparable, se detuvieron al borde de la ciudad. Nápoles se salvó. Para sus habitantes no había duda: San Genaro hizo el milagro. Así se recuerda desde 1631.
Fuente: ABC
Te puede interesar:
- Cómo pronunciar la palabra “pizza”: resuelto por la RAE
- Italia en auto en épocas de pandemia: qué se necesita
- Sorrento en la península amalfitana: magia, paz y adrenalina
- La carretera de los dioses: qué ver en la Costa Amalfitana