La imagen es lamentablemente habitual. La familia sale a pasear en auto y, como es un paseo, muchos piensan que no es imprescindible sentar a los chicos en la sillita de seguridad. Uno de los nenes se arrodilla sobre el asiento y se apoya sobre el respaldo, en sentido contrario a la marcha, para disfrutar de esa gran ventana en la que se transforma la luneta. Hasta que ocurre lo imprevisto.
La propia distracción del conductor o la imprudencia de algún tercero puede terminar en un choque. Y, a partir del impacto, el niño se transforma en un proyectil que sale disparado hacia los asientos delanteros y, si viajaba en el centro, el destino será la consola central o el parabrisas.
Sin sujeción el niño se transforma en un proyectil
Mirá este video para tomar conciencia:
Si el vehículo choca a 30 km/h, el niño suelto impacta a esa velocidad contra los asientos, otros ocupantes, el tablero o el parabrisas. Chocar a esa velocidad, energéticamente equivale a una una caída desde un primer piso de un edificio (a 60km/h es como caer de un quinto piso de un edificio). Esto describe claramente las lesiones que podría sufrir en ese niño; desde fracturas de cráneo y cuello, hasta de columna.
Los niños tienen una estructura muscular y ósea diferente a la de los adultos. Sin embargo, la mayoría de los vehículos están diseñados para el transporte de personas adultas, por lo que se hace necesaria la utilización de elementos extras de seguridad, como lo son los sistemas de retención infantil
El comportamiento del cuerpo de un niño durante un accidente no es el mismo que el de un adulto. El peso de la cabeza de un niño es un 30 % del total de su masa corporal y en un adulto sólo es el 6 %; y en la altura la cabeza en un niño es un 25 % y en un adulto, un 15%. Por lo cual si un niño viaja suelto y sin ningún tipo de retención, su cabeza actuará como una punta de flecha y será lo primero que impacte contra el parabrisas del vehículo o salir despedido.
Cuando al niño le queda chica la sillita, es habitual que sólo se le ajuste el cinturón en la zona abdominal, ya que por su tamaño, las correas no alcanzan para sujetar por encima de los hombros. En un choque es factible que se fracture costillas y se perforen órganos con consecuencias fatales.
Ocho de cada diez pasajeros que van sentados atrás no usan el cinturón de seguridad
Un niño pequeño en una silla más grande que la que debería usar por su edad y contextura (o bien que el niño no sea ajustado correctamente a la silla), lo deja expuesto a que fácilmente zafe de los sistemas de ajustes de la sillas y pase a ser proyectil en el momento del impacto entrando en el caso de niño suelto descripto antes.
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Un niño en una silla mal instalada es un proyectil en el habitáculo, y al igual que el niño suelto, está expuesto a impactar contra el interior del auto a la misma velocidad a la que choca el vehículo.
A un niño ajustado con un cinturón de seguridad de 3 puntos, la parte que debería ir sobre la clavícula y el hombro, le va a quedar a la altura del cuello. En un siniestro, ese cinturón se tensa y hace de pivote al cuello del niño, generando potenciales lesiones que podrían causar la muerte o cuadriplegia.
En un caso igual al anterior, además esta el riesgo de lo que se conoce como submarining, en el que la faja del cinturón que debería ir calzada en la pelvis, en los niños llega al abdomen (área plana del cuerpo). En caso de choque puede provocar fractura de columna en la zona lumbar o hasta una ablación del abdomen con las consecuencias que ello conlleva.
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