Tradicionalmente, la infidelidad es considerada la mayor traición hacia uno de los integrantes de la pareja, ha sido una de las mayores causas de rompimientos, separaciones y divorcios a lo largo de la historia.
Sucede que, en todo tipo de relaciones, se establecen pactos, acuerdos explícitos o a veces implícitos dentro de los cuales se dará la forma que ambos quieran para la relación que comienza. En las relaciones monógamas, la fidelidad va a pasar por la exclusividad afectiva y sexual y, en los vínculos abiertos, cada pareja determinará los límites dentro de los cuales se desarrollarán. Cuando estos pactos se rompen, lo vivimos como una traición.
Depende de cada persona y cada circunstancia, pero en líneas generales se juegan dos grandes tesoros que las personas creemos tener y queremos conservar intactos.
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¿Pero cómo? ¿Y el amor?
No siempre que se comete una infidelidad hay falta de amor y no siempre que somos infieles dejamos de amar. Sin embargo, siempre el ego sale herido a la vez que sentimos la frustración de “no conocer” al otro, aunque en realidad nunca podemos saber exactamente lo que el otro hará, por lo tanto, no podemos hacer nada al respecto.
En consecuencia, al ego herido, se suma una sensación insoportable de pérdida del control, ilusorio control que creemos tener en los vínculos. Siempre es bueno y es sano tener un espacio de trabajo, de análisis donde lidiar con el propio ego, donde ir derribando la idea de que podemos controlarlo todo.
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Sin embargo, por más trabajo que se realice, nunca se va a estar preparado para una traición, porque una traición es eso, es algo que se supone que no va a pasar. Y siempre, ante una infidelidad, algo de sorpresa habrá y el ego, indudablemente hablará.
Hay muchas razones posibles, casi tan variadas como individuos y circunstancias. Fundamentalmente, podemos señalar que, en muchos casos, la infidelidad está relacionada con búsquedas o malestares internos, propios de cada uno, como puede ser una crisis por la edad, inseguridades y/o baja autoestima. En otras ocasiones, la infidelidad puede deberse a conflictos no resueltos en la pareja.
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De lo que no quedan dudas, es que cuando aparece una infidelidad algo ha fallado en el vínculo, ya sea la comunicación, el respeto o la honestidad. Por lo general no es una falla que acontece aislada, sino más bien algo que ya nos venía sucediendo y no nos sentamos a revisar.
Muchas veces evitamos las conversaciones incómodas en una relación y en el transcurso de esta, vamos comenzando a tomar cierta distancia del otro, de sus necesidades e inquietudes, de las cosas que le hacen mal o bien. Muchas veces es porque el otro no nos cuenta y muchas también, porque a pesar de que lo manifiesta, no escuchamos, porque al escuchar, debería involucrarme e indefectiblemente algo tendría que modificar, a la vez que esta situación me exigiría que también sea franco con mis necesidades y mis capacidades, en resumen, tomar cartas en el asunto, cuando algo no está bien, es difícil y muy incómodo.
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Si el resultado de este alejamiento es una infidelidad, entonces tenemos dos caminos. Uno de ellos será reparar, por lo tanto, aceptar la crisis por la que estamos pasando, profundizar en ella y hacernos cargo de lo que nos toca, exponerlo, disculparnos y aprender a comunicarnos mejor. Para finalmente comprender, que en ninguna relación hay garantías, que nunca podemos saber lo que sucederá mañana.
Pero si podemos ser conscientes de lo que estamos haciendo hoy, mientras más conciencia tengamos de nuestro presente, más plenamente viviremos la relación de pareja.
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Ahora bien, el otro camino será, el de la separación, si entendemos que no queremos reparar, o que no estamos dispuestos a formar parte de la solución, entonces es mejor tomar esta decisión. No podemos pretender perdonar haciendo cargo de todo al Otro.
Entonces, ¿perdonamos o no perdonamos?
Esto va a depender de muchos factores, pero hay dos muy importantes:
En cuanto a los motivos, como ya dije anteriormente, si la infidelidad es producto de una aparente crisis de la relación, para perdonar tenemos que estar dispuestos a atender dicha crisis y hacernos cargo de la parte que nos toca.
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En cambio, si la infidelidad es producto de una crisis personal, habrá que ver a que refiere esta y si el otro está dispuesto o no a elaborarla. No es lo mismo una crisis existencial que una situación crónica de inseguridad o necesidad propia de la persona en cuestión.
En síntesis, sí, se puede perdonar una infidelidad no tiene por qué ser el final en cualquier relación. Como toda situación que nos expone a semejante angustia, no es más que la punta del iceberg de algo que no estábamos viendo o no estábamos dispuestos a ver.
Quizás una buena forma, es aceptando que los finales no son predecibles, que existen y que nada es infalible. Que nadie vio el mañana.
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