“Me metí para adentro, no volví a confiar en nadie. Solo en mí. Me volví más parca, hermética. Soy una estratega del amor. Pienso antes de decir, antes de hacer. Pienso, pienso, pienso y no siento. O sí, me siento anestesiada.”
Por amor se sufre
En el amor, se vive, se vibra y se navega la tristeza también. En la película francesa “La elegancia del Erizo”, Paloma (protagonista y pequeña Mafalda de 12 años) entra en la vida de Madame Michel (quien vivía encerrada entre sus libros con vaya uno a saber qué extraño y doloroso pasado).
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Luego de un tiempo, las cosas cambian para Mme. Michel y Paloma dice: “Ella está finalmente dispuesta a enamorarse”. Y la describe: “La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalitos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes.”
¡Cuántos hombres y mujeres son sensibles pero pinchan! Se defienden, pero allí debajo de la cáscara y los mecanismos de defensa, aguardan ansiosos los deseos de volver a entregarse en las artes del querer.
Hablo, entonces, a modo de metáfora, del “síndrome del erizo”. Hombres y mujeres sensibles que disimulan, que durante su vida han tenido que sobreadaptarse porque a lo largo de su historia han respondido a mandatos familiares del estilo de: “No tengo que dar problemas, molestar, pedir ayuda, tengo que arreglármelas por las mías”.
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Ese tipo de perfiles son propensos a manifestar estas características de “síndrome de erizo”.
Cuesta mucho animarse al amor y cuando los mandatos de infancia y adolescencia tienen que ver con sostener los problemas de los demás y olvidarse de uno mismo las cosas se complican para imaginar un camino de a dos.
Hombres y mujeres que han sido heridos de amor o por amor y juraron no volver a pasar por lo mismo (lo cual está muy bien, siempre y cuando no se priven de abrir los poros de las emociones al mundo externo).
¿Cómo son los “erizos”?
- Proactivos
- Metidos para adentro
- Amorosos con el afuera, pero reacios a comunicar sus emociones
- Muy poco dispuestos a enamorarse, porque entonces quedan expuestos al sufrir y los mecanismos de defensa desarticulados.
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El tratamiento es volver a confiar y sencillamente elaborar para no repetir. Si vamos por la vida a los tumbos no elaboramos, nada entendemos y nos quedamos anclados en la triste circularidad del “fracaso” y destino que nos condiciona. Sin saber que siempre (afortunadamente) hay más, mucho más por hacer.
Las gotas para no sufrir la soledad
Agradezco a mi amiga, la doctora Débora Serebrinsky, quien me regaló la traducción de un cuento corto de Etgar Keret:
“Una mujer escucha la noticia en Estados Unidos: alguien inventó unas gotas que hacen que no te sientas solo. La mujer le escribe una carta urgente a su hermana para que le compre un cargamento y se lo envíe inmediatamente por correo internacional. Después le explica a su novio lo que oyó en la radio: las gotas te las echas en el oído y al cabo de 20 minutos dejas de sentirte solo. Actúan químicamente sobre no sé qué zona del cerebro. Para ella, esta es una gran solución, porque siempre está pensando que su novio le va a ser infiel. Aunque él la ama con locura, ella le dice que cuando lleguen las gotas lo va a cortar porque ya no le va a dar miedo estar sola: las gotas de los oídos nunca le serán infieles.”
Una mala y una buena noticia. ¿Cuál quieren primero? La mala, ahí va: no existen tales gotas. Es solo un bello cuento. La buena: el remedio está dentro de nosotros.
La vacuna para el síndrome del erizo
Vos elegís, no es la suerte o el azar, sos vos. Si entendemos lo que vivimos, algo distinto haremos con eso. La repetición es el resultado de la circularidad, del no saber los motivos por los que nos pasa lo que nos pasa.
“Siempre me tocan a mí”, “tengo un imán” y otras justificaciones que los seres humanos sumamos para justificar nuestras desgracias amorosas.
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Hay una marca de chocolates con sorpresa que traen un huevito de plástico naranja y adentro, ahí sí: “¡La suerte es loca, lo que toca toca!” Pero en la vida no funciona así.
Elegimos desde nuestras victorias o desde nuestros fracasos, desde nuestra sabiduría o desde la ignorancia. Desde la culpa o desde el deseo. Desde el autocastigo o las ansias de ser feliz. Elegimos.
Y la vacuna para el síndrome del erizo es ir lentamente desarmando las murallas que nos protegen del sufrir. Porque esas son las que nos privan del amor y del vivir.
No podemos (o sí, pero sería una verdadera pena) andar mezquinando el amor, porque nos ha ido mal, porque hemos fracasado, o porque arrastramos mandatos que no son nuestros. Amemos sin miedo, vivamos sin miedo, la vida es larga pero no tanto. Explotemos de amor, que no somos para siempre.
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Tenemos los seres humanos esa hermosa capacidad de emocionarnos, conmovernos, amar y ser amados. Vibrar alto y eso ocurre a cualquier edad. No me digas que ya es tarde porque jamás de los jamases es tarde. Siempre estás a tiempo de volver a empezar si de amar se trata.
Las historias de amor pueden durar horas, un día, una semana, un mes, un año, o toda la vida. Más allá del tiempo físico, lo esencial es que a la hora de elegir con quien andar el camino del querer es fundamental que no permitas de ninguna manera:
- Transitar senderos en donde te maltraten.
- Que la mentira habite las aguas en las que navega la relación.
- Elige amorosamente bien con quien vas a compartir el tiempo que sea que compartas cuando de amar se trata.
- Elige desde la convicción de que te mereces lo mejor porque tú puedes dar lo mejor.
Y si fluye de ida y vuelta y los remos se clavan a la par, qué bello. Es como la música, no hay expresión más conmovedora que cuando dos voces o instrumentos se encuentran y empastan en un mismo tono, corchea, semitono y nos emocionan. Lo mismo aplica a las personas y al amor.
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Una relación es sana cuando los pilares son el disfrute, el diálogo y la confianza Estos tres se construyen y, para que eso sea posible, hay que animarse a tomar ciertos riesgos.
Insisto, para eso, la honestidad deberá ser condición infaltable y los buenos tratos monarcas (nadie debe soportar bajo ningún concepto situaciones de violencia, ni siquiera por amor). Mientras dure, que sea bueno.
El erizo está cómodo siendo erizo, es absoluta zona de confort estar en ese lugar. Estar solo puede ser fantástico si se está en calma.
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Pero igual de magnífico puede ser disfrutar del amor en compañía. Y hablo de parejas, de amigos, de hijos, del amor en general. Amar y ser amado, cuando se puede vibrar de a dos vale la pena intentar el desafío.
Invito a los y las erizos a deponer las púas tomando esos recaudos, a vivir la fantástica aventura de sentir ni más ni menos (y valga la redundancia) que estamos vivos, que este no es el ensayo, es la obra, y que solo se trata, ni más ni menos que de animarse a la aventura. Vale la pena.
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