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“Vayamos más despacio, no te prometo nada”: cómo afecta a las relaciones el miedo al compromiso

El psicólogo Alejandro Schujman reflexiona sobre “el amor en tiempo de cobardes”.

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“¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que en definitiva esa es la única cuestión. ¿Quién puede controlar cuanto ama? Si se puede controlar, entonces no es amor. No sé cómo podemos llamarlo pero no es amor”.

Julián Barnes

Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias. Y de amores cobardes está armada esta historia de vivir esquivando el miedo a sufrir. Y si te lastimaron no te encierres, no te metas en el caparazón. El problema no es del amor, ni mucho menos tuyo. El problema es de quien no sabe amar.

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Así que sacate ese pijama, enjuagate la cara, secate esas lágrimas, dejá que el sol pegue en tu cara y a vivir. Que la vida es una, veamos de qué se trata esta cuestión de amores tibios, de amores cobardes.

“Llevo años como francotirador de la conquista, cazador furtivo, estoy harto ¡Tengo un lío de nombres, historias, caras y perfumes en mi cabeza! ¿Vos decís que es miedo? Yo no me doy cuenta, es toda la adrenalina al principio pero después un vacío horrible. En todas estas mujeres que pasaron seguro que había alguna de la que me hubiera podido enamorar sino fuera porque no puedo parar. ¿Es como una adicción no? Es una mierda.”

Le explico que sí , que es parecido a una adicción. Que posiblemente hubiera podido enamorarse de alguna de las decenas de mujeres con las que estuvo en los últimos 5 años. Pero que para eso hubiera tenido que tener claro lo que todavía no tiene. Saber lo que aún no sabe.

Qué cosas tiene por saldar, qué está buscando, a qué le escapa, de qué se refugia. Por qué esa necesidad de sobrevolar las historias sin siquiera enterarse quién está del otro lado.

Pero son estos tiempos los que corren, tiempos de temerosos.

“Amar en tiempo de cagones no es poca cosa”, decía un posteo del ilustrador Fede Calde.

Y coincido, y me apena, porque nos defendemos de lo más hermoso que tiene el vivir. ¿Cuál es el riesgo? Sufrir, el miedo es a sufrir.

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Como decía magistralmente Julián Barnes, si amamos, sufrimos, pero también gozamos, vibramos, vivimos. Hombres y mujeres se vuelven cagones por temor a ser lastimados.

Las construcciones emocionales se juegan desde el axioma de la inmediatez, todo es ahora, vivimos la vida a través de los monitores y las emociones son emojis.

Entonces no es raro que los tiempos de la construcción de una relación se vuelvan insoportables para una parte importante de los que pisan esta tierra.

“Que si estamos en algo, que si tenemos algo. Que me interesa, que me gusta pero no tanto, un poquito más a lo mejor. No exageres, vamos muy rápido. Tenemos una relación, es solo un chape, toco y me voy. Vamos viendo, que fluya. No te prometo nada”. Al don pirulero, cada cual atiende su juego y cada vez son más las fases y construcciones que se sostienen, se inventan y se instrumentan para definir los vínculos amorosos.

Todo ahora, no hay tiempo que perder, y entonces sobrevolamos historias, toco y me voy. Correr el riesgo de sufrir, de no tener likes en el juego de la vida no es para cualquiera. O quizás sí, pero muchos no lo saben.

Cada vez son más los obstáculos que los seres humanos nos ponemos enfrente nuestro, para evitarnos el sufrir por amor, para esquivar, sencillamente, las cosas de la vida, las cosas del querer.

Animarse al amor, el desafío en tiempos de temerosos.

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La otra cara de la luna

“Fueron las tres semanas más mágicas de mi vida, cenas a la luz de la vela. Llegó a decirme y para mí era demasiado pronto, pero le creí, soy una boluda pero le creí, llegó a decirme que era la mujer de su vida, que por fin me había encontrado, que dónde estuve todo ese tiempo, la hermana me dijo que no confíe, que él era como pompas de jabón, no quise ver. Un día desapareció, cincuenta mensajes me clavó el visto, nunca supe nada más de él, no contesta el teléfono, fui a buscarlo a la oficina, se ve que algún compañero le avisó, porque nunca bajó. Estuve tres horas en la puerta. Me humilló ¿entendés?, me humilló. Ya está, ya fue. Es un hijo de puta pero no entiendo qué es lo que pasó, si yo hice algo mal, si es él, le creí y ahora estoy hecha pelota, me va a costar mucho volver a empezar.”

Desde el diván, historias como estas, cientos y miles.​

“Amar es urgente” diría un romántico, “no quiero compromisos”, diría otro menos soñador, en los tiempos que corren el amor asusta, y la tecnología de la mano de las nuevas construcciones posmodernas, están al servicio del amparo por el sufrir.

El saltar de historia en historia, de chat en chat, de cama en cama no es otra cosa que una anestesia top ten de uno de los temas que más letra les ha dado a los poetas en la humanidad, y a la filosofía, desde que el mundo es mundo: el amor.

Si Juan o María están en cuatro historias a la vez, si uno de estos vínculos se termina, no será tan grave, hay backup. En cambio, si el amor es de a dos, y algo del engaño o la decepción sucede, el golpe como en el caso de esta muchacha del relato, es duro, artero y certero.

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La distracción del multitask, la banalización de los vínculos consistentes y perdurables son, creo yo, mecanismos de defensa para no enterarse de cuánto perdemos si no amamos con las tripas, con el cuero y con el corazón.

La inmersión en las apps de encuentros (Tinder, Happn​, etc.) comienza desde cada vez más temprana edad. Los adolescentes relatan sus aventuras a través de las redes con la misma des-afectivizacion que relatan aventuras en los juegos online.

Los partenaires son ocasionales y el compromiso parece ser una especie en extinción. Bienvenida la tecnología como trampolín desde lo virtual al reino de lo real.

La virtualidad es un fin en sí mismo, y adentrarse en las aventuras de gestionar una relación es atemorizante.

“Es re fácil (me explica), salís con uno, salís con otro, vas paseando por ahí, es como estar en un negocio de ropa, te probás, te gusta, te lo llevás. No te gusta, te probás en el negocio de al lado¿ entendés?”

Y sí, entiendo, y me da mucha tristeza, amores líquidos diría Zygmunt Bauman.​

El instagram, si bien no está diseñado para ser una aplicación de encuentros se suma también. Las redes sociales son un trampolín para la circulación de Eros en tiempos de inmediatez. Las relaciones o los vínculos interpersonales se construyen de manera líquida.

“Quince años casada estuve, mi primer novio a los 18, tengo 44 y no tengo tiempo que perder, pero tengo una sensación tan fea después. Me hace acordar cuando de adolescente me daba atracones de comida, al principio es genial, y después un dolor, un vacío, empacho de erotismo, de adrenalina, la nada misma, la soledad, una soledad horrible”.

Tiempos de hiperconectividad, pandemia de soledades, como catálogos de tiendas circulan fotos de perfil de hombres y mujeres, como quien elige un color en una pinturería.

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Raros verbos nuevos, el regreso de Gasparín, “no fantasmees más, me hizo ghosting” nada por aquí nada por allá.

Aparecer y desaparecer, conectarse y desconectarse, y la vida se va, no somos inmortales. Algunos consejos para atreverse al amor:

  • El secreto es elegir con el corazón siempre, pero mantener los ojos abiertos para no enredarnos en historias en las que inevitablemente vamos a sufrir mucho y ser felices poco

Enamorarse de quien no puede darlo todo porque ya está casado o comprometido es siempre una mala idea, las chances para ser infelices son altísimas. El lugar del amante es un triste lugar.

Enamorarse del que da sobradas muestras desde el comienzo de que tiene cero empatías y cuidado por el otro, es un riesgo que quizás no valga la pena correr.

El amor sí, claro, pero no tropecemos con la misma piedra una y otra vez. Ojos y corazón abierto, y a vivir.

  • Entendamos que la historia no tiene que repetirse si elegimos distinto

Si alguna vez sufrimos por amor, la solución no es dejar de amar sino hacer las cosas diferentes para no repetir circularmente la historia.

  • El ir de a dos no implica renuncias absurdas

Disfrutemos del viaje, del proceso, de la construcción de la relación poniendo límites a la invasión de nuestros espacios, no dejemos vínculos esenciales (familia, amigos) ni espacios vitales que son nuestros, amar no es inmolarse.

Si podemos todo esto, entonces la mesa está servida, abramos corazones, bajemos la muralla, guardemos las púas, y a disfrutar del amor que nunca pasara de moda.

Qué haríamos sino tuviéramos miedo

¿Qué historia vamos a guardar en cajita cuando llegue el tiempo de canas y arrugas? ¿Con quién vamos a soñar por las noches, que briosa aventura tendremos para jactarnos? ¿El de sábanas sin nombres ni rostros, o el de haber vivido al menos un verdadero amor?

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Dejamos de ser cagones cuando logramos desprendernos de temores y mecanismos de defensa que nos alejan del sentir en su estado más puro. Cuando nos despojamos de toda esa cáscara que nos conecta con una prudencia en exceso. Cuando hacemos este ejercicio maravilloso de ir hacia el sentir y podemos descubrir conexiones verdaderas. Cuando la calma, la risa, el júbilo, la emoción, el tiempo compartido, la piel, el cuero, el cuore, se pone en juego, y entonces podemos decir “ahí es”.

Por lo menos por ahora, sin tapujos y sin miedos, ahí podremos quedarnos, ahí podremos desnudar el alma y construir futuro.

Si nos animamos a sentir, si dejamos de ser temerosos del amar entonces y solo entonces; saldremos del día de la marmota, nos sentiremos vivos. ¿Podremos arrepentimos? Claro que sí, pero lo intentamos, jugamos el juego del vivir y quién nos quita lo bailado.

La maravilla del vivir es jugar desde el coraje, aventuras que nos mueven la sangre, nos hacen latir el corazón más fuerte. Cuánto empacho de banalidades, cuánta abundancia de la nada misma. Qué derroche de sin sentidos, cuando lo que hace falta es tan sencillo como una mano, un abrazo, una mirada que contenga. Poder dar curso a las emociones que tenemos atoradas, poder entender que nada tiene sentido si no hay un norte en lo emocional. Distraernos con monitores, y demás yerbas del mundo líquido, solo nos aleja de la esencia del vivir.

El amor nunca pasará de moda pero puede pasarse la vida, la nuestra, la tuya, la mía y nada del amor suceder. Somos libres, elegimos.

Y vos: ¿Elegís sufrir poco sin amar o animarte al amor y sufrir más? Animarse al amor en tiempos de cagones, el desafío. Difícil pero no imposible.

  • Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres.

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