El mate no resulta muy agradable a quien lo prueba por primera vez. Se trata de un recipiente usualmente con mucho uso, lleno de una especie de pasto verde y con una pajilla de metal incrustada, que varias personas chupan sin siquiera limpiar.
Por si esto fuera poco, cada uno que toma hace ruido al final, delatando con una impertinente sonoridad que ya no hay más líquido para succionar.
En Argentina, Paraguay y Uruguay el mate es la compañía diaria del solitario y un hábito colectivo que jocosamente se cataloga como la primera red social
El antropólogo uruguayo Daniel Vidart llegó a afirmar que “en todos los tiempos fue el mate el que hizo la rueda y no la rueda la que trajo al mate”.
El mate define la identidad e idiosincrasia de estos tres países a tal punto que hoy, 30 de noviembre, se celebra el Día Nacional del Mate en Argentina, tal como sucede los 11 de octubre en Paraguay y como se ha propuesto hacer el 12 del mismo mes en Uruguay.
Debido a este nacionalismo matero, son muchas las discusiones que se suelen generar alrededor de la infusión cuando se juntan argentinos, paraguayos y uruguayos: que si es mejor amargo o dulce, que si caliente o frío, yerba con o sin palo, en un recipiente chico, mediano, grande… o gigante.
Y, a medida que la discusión se extiende en el tiempo, se vuelve más y más probable que surja la pregunta de qué país es el verdadero rey del mate.
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Paraguay, el rey histórico
“El ritual del mate se ha conservado casi sin ninguna modificación desde hace unos tres siglos”, escribe el antropólogo uruguayo Gustavo Laborde.
La planta con la cual se elabora la yerba mate, Ilex paraguariensis, es nativa de las regiones subtropicales y templadas de América del Sur, es decir, de Argentina, Bolivia, sur de Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay.
Se cree que las poblaciones nativas de la región ya consumían esta planta de distintas formas y con fines variados, pero fueron los españoles los que hicieron los primeros registros escritos de su consumo en un lugar en particular: lo que hoy es Paraguay.
“Con su epicentro histórico en lo que hoy sería la región oriental de Paraguay, los guaraníes fueron los grandes responsables de la propagación de la yerba mate al sur del continente americano”, plantea el uruguayo Javier Ricca, autor del libro “El mate”, ganador del prestigioso Gourmand Awards 2010.
Pero fue el origen divino y poderes sobrenaturales que algunos guaraníes le atribuían al mate lo que terminó por convencer a los españoles y, en particular, a los sacerdotes jesuitas de prohibir su consumo.
Así, en 1610 la Inquisición de Lima prohibió esta “sugestión clara del demonio”, y en Asunción se impusieron penas de 100 latigazos para los indígenas y 100 pesos de multa para los españoles que consumieran o traficaran yerba, cuenta el argentino Jerónimo Lagier en el libro “La aventura de la yerba mate”.
Tan solo 20 años después, la yerba no solo volvería a ser legal, sino que sería utilizada por los jesuitas como la base económica de su expansión territorial, “desarrollando un cuasi monopolio de la comercialización de la yerba mate”, cuenta Lagier.
En los siglos siguientes, diversas guerras por motivos geopolíticos y comerciales que golpearon la explotación y distribución de la yerba mate, hicieron que Paraguay perdiera su trono histórico para cederle el récord de producción a uno de sus vecinos: Argentina.
Argentina, el rey de la producción (y del marketing)
“Argentina es el país que más produce”, dice Lagier, actual director del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) de Argentina.
Argentina cuenta nada menos que con el Papa Francisco como embajador casual del mate a nivel internacional.
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Argentina también lidera en exportación de yerba mate con un promedio anual de 35 mil toneladas, siendo sus principales destinos Siria (72%), Chile (14%), Líbano y Estados Unidos (2%), indica el mismo reporte.
Además, es el país con mayor superficie de cultivos de yerba mate, totalizando 165 mil hectáreas. De lejos, le siguen Brasil (85 mil) y Paraguay (35 mil).
Pero estos números no consiguen explicar por qué, a pesar de que le mate es propio de tres países y cuatro estados del sur de Brasil, internacionalmente está asociado con Argentina.
En Argentina el mate tiene más “palo”, se toma con caldera (“pava”) y algunos le agregan azúcar.
“Argentina se ha caracterizado por tener muy buenos departamentos de marketing y venta de sus productos en todo el mundo. Prueba de ello es su carne, la cual es reconocida y valorada en los mercados más importantes”.
Lagier agrega: “Estimo que, en cuanto a imagen externa, es el más conocido de los cuatro países por un consumo amplio y por ser quien más trabajó los mercados externos”.
Argentina es el mayor consumidor de yerba mate en volúmenes absolutos, con cifras que van entre 245 y 260 mil toneladas al año. Pero cuando se trata de consumo per cápita, el país más matero es el más pequeño: Uruguay.
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Uruguay, el rey del consumo todo terreno
El “paisito” de los 3 millones de habitantes es donde se registra el mayor consumo de yerba mate por persona, con 8 kilos anuales.
El director del INYM sostiene que, si bien las costumbres que rodean a esta infusión se extienden entre los países materos sin conocer fronteras, en Uruguay se da una particularidad que lo distingue:
“Toman mate desplazándose, con termo y mate bajo el brazo”
Incluso a los argentinos, con todas sus estadísticas de liderazgo en yerba mate, les impresiona ver a uruguayos andando en bicicleta y cebando mate al mismo tiempo.
Según el antropólogo Vidart, “un sector político de la población uruguaya lo esgrimía como una insignia social, como un indicador de rebeldía” durante el gobierno militar de 1973 a 1985.
La extendida costumbre uruguaya de tomar mate en la calle tiene sus orígenes en la resistencia al último gobierno militar y a la migración hacia Montevideo.
Ricca ejemplifica agregando que, previo a esta fecha, en las reuniones sindicales solo se tomaba café o té. Ahora “el termo y el mate siempre están presentes”.
Esta peculiar costumbre también pudo verse influida por las oleadas migratorias hacia Montevideo, continúa, pues “trabajadores y estudiantes que se alojaban en pensiones, solían evadir ese encierro de la piecita saliendo a tomar mate a la calle”.
La pipa de la paz
El primero, el más conocido o el más tomador son todos títulos que pueden alimentar horas de debate entre argentinos, paraguayos y uruguayos, pero más como deporte verbal que como una verdadera discusión. Lo cierto es que:
El mundo se detiene alrededor del mate, tanto con buena charla como con buen silencio
Porque si hay algo que está claro en la región es que “el mate sigue siendo camaradería, como si existiera un cálido fogón en medio de los mateadores, aunque se tome en un rascacielos y el agua haya salido de una cafetera”, escribe Lagier en “La aventura de la yerba mate”.
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Incluso hay quienes han llegado a comparar al mate con la pipa de la paz de los indígenas de América del Norte, como el escritor y granjero suizo argentino Alberto Roth, quien decía que esta infusión debería colocarse en toda mesa de negociación a nivel nacional e internacional.
Sobre el final de su libro, Lagier agrega: “El mundo se detiene alrededor del mate, tanto con buena charla como con buen silencio”.
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