Más de una vez, en el consultorio escucho: “No la aguanto más!” “Se mete en todo”. “Es una desubicada, me toca el timbre sin avisar”. “Siempre tiene algo para criticar…” Pero no es lo único; no voy a generalizar. Cada tanto también escucho: “me ayuda mucho, no sé qué haría sin ella”, “es como una madre para mí” y demás. Y estos últimos comentarios no son una excepción, aunque, sí, son muchos menos frecuentes. Hay de todo.
Pocos roles sociales son menos favorecidos y más censurados que “la suegra”. Y, paradójicamente, visto desde otra perspectiva, esta misma persona representa uno de los roles sociales más valorados: el de “madre”
¿Qué explicaciones podemos darle a este fenómeno? Cuando una relacion de pareja empieza a consolidarse, la presentación de la familia política se acerca (acordémonos la palabra “política”, ya volveremos sobre ella). En general, los encuentros son cada vez más frecuentes: hay comidas, cumpleaños, fiestas, “fechas patrias” y demás y, se supone, comienza en teoría un proceso de adaptación donde cada miembro de la familia percibe reglas, formas, modalidades de la familia del otro. Con algunas está de acuerdo y se identifica y, con otras, no.
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Para empezar a resolver, podemos pensar qué hacemos con lo que no acordamos. La Inteligencia Emocional acá es un concepto clave. Esto no es “soplar y hacer botellas”: implica todo un aprendizaje de ensayo y error. Entiendo la palabra “error” en el mejor de los sentidos, es decir, como un paso obligado para el aprendizaje.
¿Qué sería aplicar la Inteligencia Emocional en este caso? Pensar antes de actuar/hablar, en primer lugar. Luego, trabajar la seguridad personal: por ejemplo, aceptar que el otro piense diferente y no por eso sentirnos atacados o descalificados.
También es importante aprender a discriminar lo importante de aquello que podemos dejar pasar sin pena ni gloria... Esto es: ¡No engancharnos! Es muy útil para vos y para todos aceptar las diferentes formas y estilos en un marco de respeto mutuo, sin someternos. No tratar de imponer opiniones sino abrirlas para escuchar y enriquecerte… Ser inteligente a nivel emocional es, también, saber abstenerse y callar en determinadas situaciones.
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Una situacion bastante común es que la suegra, en vez de pensar y sentir que gana una integrante más en la familia, sienta que pierde y tome a la nueva integrante como una intrusa. Es un tema complejo, pero… ¡No podemos pensar que solamente se trata de tu suegra! No podés olvidar que es la madre de nuestra pareja. Y que el rol que él o ella juegue será crucial en la construcción y evolución de ese vínculo.
¿Qué lugar ocupa tu pareja en todo ésto? Cuando el hijo no ha cortado el cordón con sus padres, algo que -aclaro- es SU tarea resolverlo, muchas veces los conflictos con la suegra están anclados en cuestiones no resueltas de este hijo con su madre
Puede ser una extrema dependencia, donde el hijo todavía, cual niño, necesita la aprobación y la mirada de su mamá. O puede ser que la madre no haya elaborado el “síndrome del nido vacío” y que demande atención y tiempo por parte del hijo como si todavía fuese chico.
Hay muchísimas explicaciones desde el psicoanálisis que podríamos enumerar para entender esta situación, una escena en la que el tan conocido Complejo de Edipo cumple un rol fundamental en la dinámica.
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La madre y el padre siempre tienen un modelo ideal -no explicitado en muchos casos- de la que sería la pareja ideal para su hijo/a. Y, como todo ideal, nunca coincide totalmente con la persona real. Los ideales son construcciones subjetivas que se “forman” a lo largo de la vida, basados en nuestros propios modelos, deseos, estilos, creencias… Y así como tu suegra puede esperar otra cosa de vos, también vos debés tener un ideal de suegra que no tiene por qué caberle al dedillo a la mamá de tu pareja. Por eso, se trata de un encuentro, de un vínculo que se construye desde ambos lados.
Una excelente receta es, por eso, trabajar las expectativas. Solemos decepcionarnos más por las expectativas que por los hechos concretos.
Es muy frecuente que las terroríficas competencias empiecen como consecuencia del estrecho vínculo del hijo con la madre. Materia pendiente que seria ideal resolver. Pero… Repito: ¡Cuando el hijo no ha cortado el cordón con su madre es Su tarea resolverlo! No es la nuera la que debe encargarse de ello.
Es más: cuando es la pareja la que, “titánicamente”, asume ese trabajo, es casi una regla que las desavenencias familiares estallan. Es responsabilidad de cada uno ocupar el rol que le toca y poner los límites necesarios.
Es clave hablar de límites. Una nueva pareja conlleva la necesidad de crear, establecer, pactar límites que hacen a la identidad de la pareja. Y muchas veces, en ese proceso, aparecen los comentarios del estilo… “en mi casa tal cosa”, ” siempre en mi familia se hacía esto…”, etc, etc… Sí, ¡las odiosas comparaciones!
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Cada familia de origen tiene una historia, una construcción de un modelo de cómo son las cosas. Un estilo familiar. Hay tantos estilos familiares como personas. No son ni buenos ni malos, SON. Lo importante es tolerar las diferencias siempre y cuando no afecten nuestra afectividad.
Es clave apostar a la palabra, gran herramienta, para la construcción de los límites. La palabra es parte esencial y sanadora de los vínculos
Además, hay que hacer el duelo: el hecho de haber sido elegida por la pareja no implica haber sido elegido por la familia política. Hay que ser paciente. No es lo habitual que te elijan o “adopten” de inmediato. Los vínculos se construyen, hay que conocer al otro, crear un código compartido y también aceptar que la buena onda no se da en el 100% de los casos…
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A su vez, hay que tener en cuenta que muchas veces la familia política también resulta un disparador para repensarnos y hacer una lectura interna de cuestiones personales que podemos trabajar y modificar... Tal vez ahí donde ves problemas haya una oportunidad a tu favor. Pensalo.
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