“Estoy harta de surfear pelotudos. Creo que a esta altura ya tengo un detector pero me los llevo puestos igual. ¿Hay algo mío ahí, no? Un radar y un abrojo tengo. Las mujeres de mi edad podemos hablar de esto porque vivimos otra cosa. Los veo venir de lejos, los oigo hablar, cómo se manejan, cómo actúan y digo ‘ese es un pelotudo’.
Pero ahí vas, sigues adelante, porque todos queremos pasarla bomba. Ellos quieren todo y no quieren nada. ¿Es histeria eso? Todos los tipos recién separados, con hijos, encarando vida nueva. Vuelven a ser jóvenes, de los hijos muchas veces se ocupan las madres y juegan a armar la casita. Gym, cama solar y solo disfrute. Como la perinola, toma todo, y no toma nada. Allá ellos… Pero yo me engancho, los detecto y los dejo entrar. ¿Soy tan pelotuda como ellos no?”
Confesiones de una mujer de 40. Harta de estar harta y no entendiendo más de lo que entiende, que es mucho pero no le alcanza.
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Y hay mucha gente en estos tiempos que elige no sufrir. Elige no amar. O al menos no hacerlo de manera responsable. Pero hay que tener las cosas claras.
De eso se trata. Y en estos tiempos no es cosa sencilla. Porque se juega mucho. Se juega la felicidad, ni más ni menos. Se juega una elección de vida.
Pero cada cosa que hacemos tiene consecuencias sobre quien está al lado nuestro. De eso se trata: lo que hacemos tiene consecuencias.
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Tremenda metáfora de estos tiempos. Con un clic te borro de mi vida. Pero como dice León, “todo está guardado en la memoria”.
La virtualidad nos proporciona un poder siniestro en los vínculos. Nos da la posibilidad de ser emperadores que bajan o suben pulgares en la dialéctica del amor. Archivo, desarchivo, bloqueo, desbloqueo. Acá está, acá no está.
Y somos seres humanos, no electrodomésticos. Se deshumaniza el vínculo. Digo, y quizás suena exagerado, nos bestializamos. Nos despojamos de lo más noble de los seres humanos. La capacidad de amar y ser empáticos. La empatía se desmorona cuando manda el narcisismo.
Y de esto se trata la responsabilidad afectiva. Narcisistas y psicópatas no se redimen. Solo su ombligo, nada más que eso. Su imagen en el espejo y el resto del mundo son actores secundarios del guión de sus propias necesidades.
Y vecinos de estos trastornos de personalidad son estos modos de “querer” y de armar vínculos. Con muy poco de amorosidad y mucho de violencia, maltrato y destrato. Mucho de amores cobardes. Mucho de mi propia necesidad, y vos arréglate.
Triste, muy triste, pero así estamos. Narciso quiere resurgir y lo hace.
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“Me separé, él empezó el gimnasio, se dejó la barba que le queda bárbara. Se hizo una casa nueva que es hermosa (en la mía era un desastre). Viaja, se compró moto, ¡está buenísimo mi ex marido! ¿Qué le hice yo que estaba hecho un imbécil con ganas de nada?”
Es tan frecuente, tan tristemente habitual ver tanto a hombres como mujeres entrar en un loop adolescente con tintes narcisistas luego de una separación de un vínculo largo y doloroso final.
Es entendible, hay que acomodar el ego, hay que volver a plantarse en el disfrute. La vida da revancha. Y después de tiempos de dolor bienvenido el pasaporte a una nueva etapa.
Hasta ahí todo fantástico.
Pero entendiendo que no tenemos derecho alguno a joderle la vida a nadie. Es poco técnica esa frase pero así se entiende claro y sin riesgo de malentendido.
Esos raros verbos nuevos, y tenemos el ghosting (fantasmear), que está tan de moda.
“Conoces a alguien, sales, cena divina, noche de fuego, la pasas hermoso. Al día siguiente, te clavó el visto, desapareció y nunca más sabes de él. A los 4 meses reaparece como si nada. ¿No funcionó en otro lado? ¿Tienes el sábado libre? ¿Qué les pasa?”
Que fácil que resulta desplegar todos los recursos de seducción para hacer sentir al otro que es especial, importante, único/a. Pulgar, fueguitos, reacciones.
Y qué difícil se hace explicar sencillamente qué es lo que cada uno espera y busca en la historia que comienza. Nada tiene de malo si se trata de encuentros que no tienen proyección en el tiempo. Pero tiene que ser de a dos, siempre de a dos. Y acuerdos que sellen la honestidad de lo que en esa historia suceda. Parece sencillo ¿no?
Pero no sucede a menudo. La virtualidad genera la ilusión absolutamente narcisista y despojada de todo tipo de empatía de que del otro lado no hay alguien que sufre, que vive, se ilusiona y carga historias pesadas de su pasado.
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“No te debo nada, ni explicaciones, ni motivos por los cuales dejo de estar presente”, pareciera ser la premisa. Como si fuera un videojuego, del otro lado veo un perfil. Pero ese perfil es de un ser humano.
Se manejan las cosas del querer como quien toma un artículo en el supermercado, lo evalúa y lo deja en góndola porque al lado hay otro que le apetece más.
A eso hemos llegado. Triste recorte de tiempos y amores líquidos.
Crecen de manera exponencial las consultas en el último tiempo en relación con historias que no se han cerrado y el planeta se puebla de Penélopes desorientadas que esperan señales… Una historia que quedó inconclusa.
La responsabilidad sexoafectiva es sencillamente dar la libertad a quien tenemos enfrente de decidir si quiere ser parte de una historia con nosotros.
Y para eso tenemos que ser claros. Y correr el riesgo que nos digan: “Yo quiero otra cosa” y entonces seremos nosotros quienes podamos decidir si podemos y deseamos flexibilizar y movernos de nuestras baldosas y acercarnos a lo que el otro precisa y quiere.
El compromiso afectivo tiene como todas las cosas en la vida costos y beneficios. Se gana y se pierde.
Hablando de infidelidades, engaños y resguardo de la multiplicidad, una querida amiga me decía: “Si voy a engañar a mi pareja, no encuentro quien le compita, él es todo lo que preciso en un hombre, ¿para qué más?”
En la contracara, un hombre de 50 años, separado después de mucho tiempo de matrimonio me dice que le asusta la pérdida de la libertad, por eso prefiere relaciones sin compromiso. Cada cual elige, pero sin lastimar a nadie.
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La responsabilidad sexo afectiva tiene aristas claras y claves.
Ser honesto: Si lo que yo busco no es lo que tú quieres, entonces eres libre. Pero no voy a ser miserable (ese es el término) de tomarte como rehén de tus heridas y cicatrices. No voy a usar tu sufrir para darle curso a mi deseo egoísta. Si uno sufre; AHÍ NO ES.
No jugar el juego “el que se enamora primero pierde”. Los tiempos en una pareja no tienen que ser simétricos, los sentires tardan en llegar y nada de malo tiene eso, pero que no sea desde el miedo ni desde la huida temerosa y cobarde frente a la irrupción del amor.
Ejercer la empatía como bandera. Si yo quiero algo que no encaja en lo que el otro desea los pasos amorosos, necesarios y precisos son:
Somos responsables del bienestar de quien tenemos a nuestro lado. Al menos de lo que generamos desde nuestro accionar. Y debemos hacernos cargo con las consecuencias que pueda tener si no coincidimos en el diseño de la relación.
Evitemos los supuestos e inferencias: “Yo le di a entender que no quería nada serio”. El cementerio de las relaciones está plagado de frases como estas. Nada está dicho sino se dice.
Lo importante se dice mirando a los ojos, no a las pantallas. Porque así debe ser, porque la otra persona lo merece. Y si nos cuesta más, aprenderemos a desarrollar nuestra capacidad de comunicar fuera de los monitores.
En tiempos de amores cobardes, amar en colores es urgente, dije hace un tiempo y lo vuelvo a decir.
Me autorizo a afirmar que no existe libertad más hermosa que la que puede armarse en la intersección de dos historias de vida que se encuentran.
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Mi libertad, la tuya, y coincidir (como dice la canción). Y somos libres de andar viviendo cosas juntos. Las renuncias son parte de la vida misma, en el axioma de las elecciones siempre se gana y se pierde. Pero la libertad es andar de a dos también.
Si las cosas son claras, si son desde el principio básico de ojos brillantes y el cuidado por el otro, podrá funcionar o no, pero nada habrá que temer. Porque cuidaremos a quien queremos, y si no queremos dejaremos el lugar vacío sin más para que la libertad sea monarca. Suena sencillo, y lo es.
Somos cada uno de nosotros los que debemos hacer lugar a los amores sanos, en estos tiempos donde lo tóxico se ha puesto tan tristemente de moda.
Eres tú, soy yo, parece fácil, y lo es. Y si en esa historia no sucede, la vida siempre da revancha, no lo dudes. Claro que las da.
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